sábado, 31 de diciembre de 2011

Cómo es la gente de tu pueblo?

¡Hola, amigo!

En reuniones de amigos, en el bar, en fiestas familiares, etc. solemos ponernos a “filosofar” sobre la realidad social del país. Mirando otras comunidades, empezamos a quejamos de lo que somos y tenemos.

     Cada uno de nosotros tiene una percepción sobre la realidad que nos rodea y el diálogo nos puede ayudar para ampliar nuestros horizontes. No se trata de tener una mirada ingenua sobre la “realidad”. Pero creo que tampoco debemos ser tan parciales para terminar viendo sólo un aspecto de nuestra sociedad. Y lo que decimos del país, nos suele pasar con el barrio o con nuestro pueblo o ciudad.

     Te propongo compartir un cuento (1) que puede ayudarnos a tener una mirada más “realista” de nuestra comunidad.

“Un joven recién llegado a un pueblo preguntó a un anciano que estaba acompañado por su nieto: '¿Cómo es la gente que vive aquí?' El anciano le contestó con otra pregunta: '¿Cómo es la gente del lugar de dónde vienes?' El joven dijo: 'Muy egoísta, pero sobre todo envidiosa y vengativa'. Entonces, el viejo replicó: '¡Qué casualidad... es la misma gente que encontrarás aquí!'


     Poco después llegó otro joven que le hizo la misma pregunta que el anterior. También el anciano le respondió igual: '¿Cómo es la gente del lugar de dónde vienes?' El joven reflexionó un momento y le contestó: 'Se puede confiar en ella. Es amable, justa y demuestra mucho amor hacia los demás'. A lo que el anciano le dijo: '¡Qué casualidad! Es la misma gente que encontrarás aquí'.


     El nieto, sin entender nada y bastante sorprendido, le preguntó a su abuelo: '¿Por qué has hecho eso, abuelo? A cada uno le has dicho una cosa distinta'. Mirándolo fijamente a los ojos, le respondió: 'Decide qué rostro llevarás por dentro y ése será el que muestres a los demás. No eres responsable de la cara que tienes. Eres responsable de la cara que pones'.

     Muchas veces vemos lo que queremos ver. Y la realidad y las personas con las que convivimos nos reflejan “la cara que ponemos”. ¿No te parece?

     Hasta el próximo encuentro.


Jorge Trucco
E-mail: jftrucco@gmail.com

(1) cfra: Francisco Cerro Cháves y otros, Cientos de cuentos parábolas para todos,  Ed. Monte Carmelo, 2003.



martes, 20 de diciembre de 2011

Deciles que los querés

¡Hola amigos! Llega la Navidad. Todos tratamos de prepararnos. ¿Dónde nos reunimos? ¿Qué llevás vos?

     Todos llevamos un poco de ensalada de fruta… Cada familia se prepara para seguir sus tradiciones. El paso del tiempo también nos puede poner nostálgicos, porque “¡Navidades eran las de antes!” o porque este año no podremos reunirnos como hacíamos siempre, o porque algún miembro de la familia ya no está físicamente.

     Es muy importante poder reunirnos a celebrar, y por eso es bueno preparar la reunión. Pero a veces no podremos estar con todos los que quisiéramos. Por eso hoy quiero invitarte a preparar otro aspecto de la Navidad, que tiene que ver con el modo como nos relacionamos. Dios se hace hombre y nace en un Pesebre para establecer un nuevo tipo de relaciones con Él y entre nosotros.


     Quiero compartir con ustedes el testimonio de Dennis, un profesor que dicta sus clases a personas adultas. Creo que puede ayudarnos a preparar la Navidad.

“En una clase que doy a personas adultas, recientemente hice lo "imperdonable". ¡Dejé tarea a los alumnos! La tarea era "acercarse durante la siguiente semana a alguien a quien amen y decirle que lo aman. Tiene que ser alguien a quien nunca le hayan dicho esas palabras con anterioridad o, al menos, con quien no las hayan compartido desde hace mucho tiempo.


     No parece una tarea muy difícil, hasta que nos detenemos a analizar que la mayoría de los hombres en ese grupo tienen más de 35 años y fueron criados en la generación a la que le enseñaron que expresar las emociones no es de "machos". El demostrar los sentimientos o llorar (¡ni Dios lo quiera!) no se hacía. Por lo tanto, fue una tarea muy amenazante para algunos.


     Al principio de nuestra siguiente clase, pregunté si alguien deseaba compartir lo sucedido cuando confesaron a alguna persona que la amaban. Esperaba que una de las mujeres se ofreciera como voluntaria, como casi siempre sucedía, pero esa noche, uno de los hombres levantó la mano. Parecía bastante conmovido y un poco impresionado. Cuando se puso de pie (su estatura es de 1.88 metros) empezó a decir: "Dennis, la semana pasada me enfadé bastante con vos cuando nos dejaste esta tarea. No sentí que tuviera a alguien a quien decir esas palabras; además, ¿quién sos vos para sugerirme que haga algo tan personal? Sin embargo, cuando conducía hacia mi casa, mi conciencia empezó a hablarme. Me dijo que sabía con exactitud a quien necesitaba decir "te amo". Hace cinco años, mi padre y yo tuvimos un altercado y nunca lo solucionamos. Desde entonces evitamos vernos, a no ser que sea absolutamente necesario, como en Navidad y en otras reuniones familiares. Incluso entonces, apenas si nos hablamos.


     Por lo tanto, el martes pasado, cuando llegué a casa, me había convencido a mi mismo que le diría a mi padre que lo amaba. Es extraño, pero el solo hecho de tomar esa decisión pareció quitarme un peso de encima. Cuando llegué a casa, me apresuré a entrar para comunicarle a mi esposa lo que iba a hacer. Ella ya estaba en la cama, pero la desperté. Cuando se lo dije, no sólo se levantó, sino que lo hizo con rapidez, me abrazó y, por primera vez en nuestra vida matrimonial, me vio llorar. Permanecimos levantados hasta la medianoche, bebiendo café y charlando. ¡Fue maravilloso! A la mañana siguiente, me levanté temprano y alegre. Estaba tan entusiasmado que apenas si pude dormir. Llegué temprano a la oficina y logré hacer más en dos horas que lo que hacía antes en todo un día. A las 9:00, llamé a mi papá para ver si podía visitarlo después del trabajo.


     Cuando contestó el teléfono, sólo dije: "Papá, ¿puedo visitarte esta noche después del trabajo? Tengo algo que decirte". Mi papá respondió malhumorado: "¿Y ahora qué?" Le aseguré que no tomaría mucho tiempo y finalmente aceptó. A las 17:30, estaba en la casa de mis padres y llamaba a la puerta, orando para que papá abriera la puerta. Temía que si mama la abría, me acobardara y se lo dijera a ella en vez de a él. Sin embargo, por suerte, papá abrió la puerta. No perdí tiempo. Di un paso y dije: "Papá, sólo vine a decirte que te amo." Fue como si mi papá se transformara. Ante mis ojos, su rostro se suavizó, las arrugas parecieron desaparecer y empezó a llorar. Extendió los brazos, me abrazó y dijo: "También te amo, hijo, pero nunca he podido decírtelo". Era un momento tan precioso que no quería moverme. Mamá se acerco con lágrimas en los ojos. Yo sólo moví la mano para saludarla y le di un beso. Papá y yo nos abrazamos durante un momento más y después me fui. Hacía mucho tiempo que no me sentía tan maravillosamente.


     No obstante, ése no es mi punto. Dos días después de esa visita, mi papá, que tenía problemas cardíacos, pero que no me lo había dicho, sufrió un ataque y terminó en el hospital, inconsciente. No sé si logrará recuperarse. Por lo tanto, mi mensaje para todos ustedes en la clase es éste: no esperen para hacer las cosas que saben necesitan hacer. ¿Qué habría sucedido de haber esperado para decírselo a mi papá? ¡Tal vez no vuelva a tener la oportunidad! ¡Tomen tiempo para hacer lo que necesitan hacer y háganlo ahora!”.

     Interesante la tarea que nos deja Dennis: acercarnos a alguien a quien amamos y decirle que lo amamos. ¿Te animás?

     ¡Que pases una linda semana y una MUY FELIZ NAVIDAD!

     Hasta el próximo encuentro.

Jorge Trucco
E-mail: jftrucco@gmail.com





miércoles, 14 de diciembre de 2011

De la bronca a la esperanza

Acercándose la finalización del año corremos el peligro de que el cansancio se nos vuelva desánimo. Las injusticias reiteradas, los egoísmos exacerbados o la gris rutina cotidiana pueden hacernos perder la esperanza. Pero en el fondo pienso que tantas “malas noticias” pueden despertar en nuestros corazones el anhelo de la buena noticia. Por eso este tiempo de preparación para la Navidad puede ser una oportunidad para empezar a curar tantos desánimos en nuestras vidas y en nuestra sociedad.


     El profeta bíblico nos convoca nuevamente: “¡Consuelen a mi Pueblo!” Pero ese consuelo no tiene que estar motivado por la lástima. Tampoco puede ser sólo un analgésico que no cure las heridas profundas.

     En el texto que hoy quiero compartir con ustedes, el Padre Mamerto Menapace nos enseña un sabio camino para superar los desánimos y hacer nacer la esperanza.
 
     “La desesperación no es un camino sin salida. El camino sin salida es el del desanimado. El de aquél que ha perdido el coraje de seguir peleando porque la experiencia le ha lastimado la esperanza.


     El desanimado ha perdido el sentido de la lucha. Tal vez peor: la fuerza para luchar. Es entonces cuando es necesario hacerlo crecer hasta la desesperación, suscitándole la bronca. La bronca sembrada sobre el desánimo hace nacer la desesperación.


     Y la desesperación superada, eso es la esperanza.


     Por eso me parece imposible suscitar la esperanza en un desanimado a través de la compasión. Un desanimado no necesita de la lástima. La lástima es el responso sobre el desanimado. Al desanimado hay que llevarlo a la bronca, a fin de que sacudido en su vergüenza asuma la desesperación y la supere. Allí, reconquistado el valor fundamental de su vida, emprenderá la lucha. Lucha que no pondrá sus garantías en las fuerzas personales, ni en las dotes de su naturaleza, porque de ellas se tiene la experiencia de su fragilidad. Hasta cierto punto, sobre ellas el desánimo ha hecho la amputación de su capacidad de ser garantías.


     La garantía se pone sobre algo mucho más profundo y más in-agarrable. Sobre algo mucho más nuestro, en definitiva, sobre el misterio de nuestra propia vida. Mi vida tiene un sentido. El vivirlo es lo que me permitirá ser. Esa convicción profunda es un acto profundo de fe en sí mismo. O mejor: es algo que llevamos por dentro y que nos puso en camino. Creer que mi vida tiene un misterio que puede ser cumplido, saber que eso existe y que aunque no lo veo es lo único que da apoyo real a mi vida y a mis opciones, es algo que me hace superar la desesperación.


     Pero insisto. Sólo la bronca puede llegar a hacernos crecer hasta la desesperación, esa actitud profundamente humana, que no nos deja admitir que nuestra vida carezca de sentido. Y es la fuerza que el desanimado necesita para no dejarse estar. La desesperación no es la desesperanza. La desesperanza es carecer de esperanza, es la situación de no tener ya esperanza. Mientras que la desesperación es la situación de no tener aún esperanza y por lo tanto la urgencia tenaz por conquistarla.


     En la práctica, pienso que hay situaciones en las que sólo nos queda una actitud humana razonable: sembrar con fe en el surco del amor para que poco a poco vaya creciendo la esperanza”. (1)

     Hasta el próximo encuentro.

Jorge Trucco
E-mail: jftrucco@gmail.com   

[1] Mamerto Menapace, La sal de la tierra, Editorial Patria Grande, Buenos Aires, 1977.




miércoles, 23 de noviembre de 2011

Las apariencias engañan

Viste que las cosas no siempre son como parecen. Como dice el refrán: “Las apariencias engañan”. Y es que nuestra mirada sobre la realidad siempre es parcial y condicionada por infinidad de circunstancias. Al no tener en cuenta esto, muchas veces terminamos confundiendo la realidad con nuestra mirada sobre la realidad. Nos quedamos con la cáscara y tiramos el huevo. Los seres humanos tenemos la capacidad de acercarnos a la verdad, pero ese camino requiere un esfuerzo al que no siempre estamos dispuestos en nuestro mundo dominado por el “compre ya”.


     Cuando se trata de nuestras relaciones interpersonales, ¡cuántas veces nos quedamos con lo exterior del otro, o lo interpretamos desde las “etiquetas” que les ponemos! Juzgamos y condenamos demasiado rápido, dividimos en bandos, enarbolamos banderas… Evidentemente no se trata de vivir con la indiferencia de un cambalache: “¡Todo es igual, nada es mejor! ¡Lo mismo un burro que un gran profesor!”. Pero deberíamos dedicar el tiempo y el esfuerzo necesarios para analizar las situaciones y fundamentalmente para darle al “otro” la posibilidad de manifestarse. Recordar el consejo que recibimos de niños: “¡Antes de decir algo, contá hasta diez!”.

     No en vano Jesús nos pide tomar conciencia de los troncos que tenemos en nuestra mirada. Sólo así la pelusa en el ojo ajeno adquiere su justa dimensión. Si superamos una mirada corta, rápida y superficial, la complejidad de nuestra realidad y el misterio de cada persona siempre pueden sorprendernos. Sería bueno dedicar el tiempo y el esfuerzo necesarios para que no nos pase como a las personas de esta historia:

     “En un reino no muy muy lejano, un grupo de personas se divertían con el tonto del pueblo, un pobre infeliz de poca inteligencia, que vivía haciendo pequeños mandados y recibiendo limosnas.


     Diariamente, algunos hombres llamaban al tonto al bar donde se reunían y le ofrecían elegir entre dos monedas: una de tamaño grande de cincuenta centavos y otra de menor tamaño, pero de un peso. Él siempre tomaba la más grande y menos valiosa, lo que era motivo de risas para todos.


     Un día, alguien que observaba al grupo divertirse con el inocente hombre, lo llamó aparte y le preguntó si todavía no se había dado cuenta de que la moneda de mayor tamaño valía menos y éste le respondió: ‘Lo sé señor, no soy tan tonto..., vale la mitad. Pero el día que elija la otra, el jueguito se termina y no voy a ganar más mi moneda’”.

     Esta historia podría concluir aquí, como un simple chiste, pero se pueden sacar varias conclusiones:

     La primera: quien parece tonto, no siempre lo es.
     La segunda: ¿cuáles son los verdaderos tontos de la historia?
     La tercera: una ambición desmedida puede acabar cortando tu fuente de ingresos.
     La cuarta, y la conclusión más interesante: podemos estar bien, aun cuando los otros no tengan una buena opinión sobre nosotros. Por lo tanto, lo que importa no es lo que piensan los demás de nosotros, sino lo que nosotros mismos estamos dispuestos a ser.

     “El verdadero hombre inteligente es el que aparenta ser tonto delante de un tonto que aparenta ser inteligente”...

     Si agudizamos y profundizamos nuestra mirada sobre la realidad, y fundamentalmente sobre las personas, todos podemos colaborar para que nuestro siglo XXI no siga siendo un cambalache. ¿No te parece?

     Hasta el próximo encuentro.


Jorge Trucco
E-mail: jftrucco@gmail.com





viernes, 4 de noviembre de 2011

No hay peor sordo que el que no quiere oír

¡Cuánto bien nos hace el diálogo, la escucha, el compartir! ¡Qué importante es saber escucharnos! Por eso comparto con ustedes una historia que me ayudó a replantearme “desde dónde” nos escuchamos.


     Dos amigos andan juntos por una calle de una gran ciudad. Los envuelve el ruido multiforme de la ciudad moderna.

     Los dos amigos son diferentes y se nota en su andar. Uno es alemán, hijo de la ciudad, criatura del asfalto. El otro es un yogui hindú. Está de visita. Lleva ropas anaranjadas y mirada inocente. Anda con pies descalzos que se apresuran para seguir a su amigo.

     De repente el yogui se para, toma del brazo a su amigo y le dice: “Escucha, está cantando un pájaro”. El amigo alemán le contesta: “No digas tonterías. Aquí no hay pájaros. No te detengas”. Y sigue adelante.

     Al cabo de un rato el yogui disimuladamente deja caer una moneda sobre el pavimento. El amigo se detiene y le dice: “Espera. Se ha caído algo”. Sí, claro. Allí estaba la moneda sobre el adoquín.

     El yogui sonríe. “Tus oídos están afinados al dinero, y eso es lo que oyen. Basta el sonido mínimo de una moneda sobre el asfalto para que tus oídos estén atentos y se detengan tus pies. Estás a tono con el dinero, y eso es lo que oyen tus oídos, lo que ven tus ojos y lo que desea tu corazón. En cambio estás desafinando ante los sonidos de la naturaleza.


     Tienes muy buen oído, pero estás sordo. Y no sólo de oído, sino de todo. Estás cerrado a la belleza, a la alegría, a los colores del día y a los sonidos del aire. Andas desafinado”.

     El pájaro sí había cantado.

     Escuchamos lo que queremos o lo que “nos acostumbraron” a escuchar. Te invito esta semana a escuchar más allá del sonido de nuestras monedas. Te invito a escuchar el sonido del corazón de los miembros de tu familia, de los vecinos, de los compañeros.

     ¡Qué bueno que aprendamos a escuchar la voz del pueblo, porque “la voz del pueblo es la voz de Dios”!

     Pidamos al Buen Dios, que nos regale un oído atento a su Palabra; que aprendamos a escucharnos.

     Hasta el próximo encuentro.


Jorge Trucco
E-mail: jftrucco@gmail.com




viernes, 28 de octubre de 2011

Feliz halloween

Hace pocos días vi una propaganda de cubrecamas y toallas para niños, estampadas, con la imagen de un ataúd que contenía una sonriente calavera. Me pregunté: “¿Por qué puede llegar a fabricarse algo tan morboso para un niño?” Al comentar mis dudas me dijeron: “¡Es que se viene la fiesta de Halloween!” (1). En efecto, durante la noche del 31 de octubre, cada año se ha extendido con más fuerza, especialmente entre niños y adolescentes, el festejo de Halloween.

     Cuando se acerca la fecha se escuchan todo tipo de opiniones acerca del tema. Desde quienes demonizan la fiesta, pensando que si sus hijos se disfrazan de vampiros, estarán rindiendo culto al mismo Lucifer, hasta quienes dicen: “Es una fiesta inocente, burlesca y sin ninguna connotación religiosa o filosófica”. Por eso, muchas instituciones educativas las promueven “porque divierte mucho a los niños”. Ese parece ser el más fuerte argumento: ¡es divertido!

     El nombre halloween es la deformación norteamericana del término, en el inglés de Irlanda, «All Hollows´ Eve»: Vigilia de Todos los Santos. Debido a la costumbre inglesa de contraer los nombres para una pronunciación más rápida y directa, esto derivó en el definitivo "halloween", aunque la fiesta religiosa original nada tiene que ver con la celebración del halloween actual.

     Esta antiquísima fiesta cristiana llegó a Estados Unidos junto con los inmigrantes irlandeses, que tenían una profunda devoción por los santos. Pero se remonta, en realidad, a tiempos anteriores al cristianismo. Hacia el siglo VI antes de Cristo, los antiguos celtas del norte de Europa celebraban el 1 de noviembre como el primer día del año. En el siglo VIII, el cristianismo colocó la fiesta de Todos los Santos el 1 de noviembre, quedando así la noche del 31 de octubre, como la Vigilia de esa gran fiesta. Sin embargo el halloween que hoy se celebra muy poco tiene que ver con los celtas, y menos aún con la fe cristiana. Es un fenómeno “made in EEUU”… y “for export”.

     Obviamente, inmersos en la globalización cultural (y comercial), no podía pasar mucho tiempo sin que también nuestros pueblos latinoamericanos “adoptaran” los nuevos “cultos” de la sociedad de consumo. Así también por nuestras pampas, asistimos en halloween a una proliferación de artículos más o menos macabros, como calaveras, esqueletos, brujas, vampiros, tableros ouija (juego de la copa), y un sinfín de productos en la línea del ocultismo.

     Aparentemente no se presenta como una oferta religiosa, sino como una parodia de la religiosidad, con fines preferentemente consumistas: vender productos de carnaval, además de espacios publicitarios en las películas de terror y sitios en internet. Halloween se propone comercialmente como una fiesta joven, divertida, diferente, «transgresora». Y aquí, niños y adolescentes son los destinatarios privilegiados del nuevo producto...

     Pero tampoco puede considerarse como un mero fenómeno comercial. Para darse cuenta de la magnitud del fenómeno, basta consultar cuánto ha crecido entre niños y adolescentes la creencia en el contacto con los difuntos -de tipo espiritista- y el miedo a fenómenos ocultistas, o el interés por lo paranormal. Si bien la culpa no es de la fiesta de halloween, ella se ha vuelto parte de la propuesta cultural que prolifera ya en gran cantidad de películas, telenovelas, dibujos animados y videojuegos.

     No pienso que haya que condenar demonizando la fiesta, pero sí informar al menos sobre el origen y sentido del fenómeno, y verla como una excelente oportunidad para hablar de los Santos, la muerte y la Vida Nueva (en vísperas del 1 y 2 de noviembre) anunciando la Buena Noticia del amor de Dios que nos salva, rescatándonos de toda forma de mal.

     Se puede y se debe hacer fiesta. No hay que tener miedo del halloween «malo», y por esto hay que conocerlo bien. Halloween, de todas formas, no se puede ignorar, y forma parte ya del escenario de nuestros tiempos.

     Seguir a Jesús, y celebrar los Santos en la víspera del 1 de noviembre, es celebrar la vida, la victoria del amor sobre el odio, la victoria de la vida sobre la muerte, la victoria de Jesucristo que es nuestra, porque estamos unidos a él. Enseñarle a los niños el verdadero contenido de la fiesta en una visión crítica, es parte de una educación responsable.

     Hasta el próximo encuentro.


[1] Extractado de Miguel A. Pastorino, Halloween, ¿Qué hacemos?, en www.religionenlibertad.com



Jorge Trucco
E-mail: jftrucco@gmail.com




sábado, 22 de octubre de 2011

Quién tiene la culpa?

El domingo 23 es un día importante para nuestra democracia. Concurriremos a las urnas para elegir a quienes conducirán los destinos de la Patria desde los poderes legislativos y ejecutivo nacional por un período. Cada uno de nosotros está invitado a expresar libremente su opción. Pero la democracia no se construye sólo el día de las elecciones. Cotidianamente deberíamos aportar en la construcción social, cada uno desde su puesto.


     Los argentinos solemos “delegar” muy rápidamente esta responsabilidad personal, echándole la culpa de nuestros males a “los demás”. Para evaluar y motivar nuestro compromiso democrático, hoy y cada día, comparto con ustedes parte de un monólogo de Tato Bores (“Actor cómico de la Nación”) pronunciado hace casi treinta años.

“La culpa de todo la tiene el ministro de Economía  dijo uno.


- ¡No señor! - dijo el ministro de Economía mientras buscaba un mango debajo del zócalo. - La culpa de todo la tienen los evasores.


¡Mentiras! - dijeron los evasores mientras cobraban el 50 por ciento en negro y el otro 50 por ciento también en negro. - La culpa de todo la tienen los que nos quieren matar con tanto impuesto.


¡Falso! - dijeron los de la DGI mientras preparaban un nuevo impuesto al estornudo. - La culpa de todo la tiene la patria contratista; ellos se llevaron toda la guita.


¡Pero, por favor...! - dijo un empresario de la patria contratista mientras cobraba peaje a la entrada de las escuelas públicas. - La culpa de todo la tienen los de la patria financiera.


¡Calumnias! - dijo un banquero mientras depositaba a su madre a siete días. (…)  -  La culpa de todo la tienen los políticos que prometen una cosa para nosotros y hacen otra para ellos.


¡Eso es pura maldad! - dijo un diputado mientras preguntaba dónde quedaba el edificio del Congreso. (…) - La culpa de todo la tienen los judíos.


¡Racistas! - dijo un sionista mientras miraba torcido a un vecino coreano. - La culpa de todo la tienen los curas que siempre se meten en lo que no les importa.


¡Blasfemia! - dijo un obispo mientras fabricaba ojos de agujas como para que pasaran diez camellos al trote. - La culpa de todo la tienen los científicos que creen en el Big Bang y no en Dios.


¡Error! - dijo un científico mientras diseñaba una bomba capaz de matar más gente en menos tiempo con menos ruido y mucho más barata. - La culpa de todo la tienen los padres que no educan a sus hijos.


¡Infamia! - dijo un padre mientras trataba de recordar cuántos hijos tenía exactamente. (…) -  La culpa de todo la tienen los policías que tienen el gatillo fácil y la pizza abundante.


¡Minga! - dijo un policía mientras primero tiraba y después preguntaba. - La culpa de todo la tiene la Justicia, que permite que los delincuentes entren por una puerta y salgan por la otra.


¡Desacatado! - dijo un juez, mientras cosía permanentemente un expediente de más de quinientas fojas, que luego a la noche volvería a descoser. (…) - La culpa de todo la tienen los jóvenes de pelo largo.


¡Ustedes están del coco!, - dijo un joven mientras pedía explicaciones de por qué para ingresar a la Universidad había que saber leer y escribir. -  La culpa de todo la tienen los periodistas, porque junto con la noticia aprovechan para contrabandear ideas y negocios propios.


¡Censura!, - dijo un periodista, mientras que, con los dedos cruzados, rezaba por la violación y el asesinato nuestro de cada día. (…)


La culpa de todo la tiene Magoya. ¡Ridículo! - dijo Magoya acostumbrado a estas situaciones. La culpa de todo la tiene Montoto.


¡Cobardes! - dijo Montoto que de esto también sabía un montón. La culpa de todo la tiene la gente como vos por escribir b… 


¡Paren la mano! - dije yo mientras me protegía detrás de un buzón. Yo sé quién tiene la culpa de todo. La culpa de todo la tiene El Otro.


¡El Otro siempre tiene la culpa! ¡Eso, eso! - exclamaron todos a coro. El señor tiene razón: la culpa de todo la tiene El Otro.


Dicho lo cual, después de gritar un rato, romper algunas vidrieras y/o pagar alguna solicitada, y/o concurrir a algún programa de opinión en televisión (de acuerdo con cada estilo), nos marchamos a nuestras casas por ser ya la hora de cenar y porque el culpable ya había sido descubierto. Mientras nos íbamos no podíamos dejar de pensar: ¡Qué flor de desgraciado que resultó ser El Otro...!” (Santiago Varela, guionista de Tato Bores).

¡Cuánta actualidad, aunque hayan pasado más de 30 años!

     ¡Que nuestra participación democrática nos entusiasme para aportar cada uno nuestro granito de arena en la construcción social, sin quedarnos tranquilos porque la culpa es de El Otro!

     Hasta el próximo encuentro.

Jorge Trucco
E-mail: jftrucco@gmail.com




martes, 11 de octubre de 2011

Ponete en mi lugar

¡Hola! ¿Cómo estás?

     ¿Viste que cuando queremos captar la atención de nuestro interlocutor solemos pedir: “Ponete en mi lugar”? Más aún, cuando no nos sentimos comprendidos, cuando anhelamos compasión, solemos reclamar: “¡Ponete en mi lugar!”.

     Muchas de las “interferencias” en las relaciones interpersonales se generan porque nos cuesta ponernos en el lugar del otro. Ponernos en el lugar del otro requiere un cambio de perspectiva. Para dar este pequeño gran paso necesitamos dejar de mirarnos a nosotros mismos y acercarnos con amor al sufrimiento de quienes nos rodean.

     Leí alguna vez esta historia. Me parece que puede ayudarnos a entender cómo muchas veces reclamamos compasión olvidándonos que, como dice Alberto Cortez, somos los demás de los demás.


"El dueño de una veterinaria estaba clavando un letrero sobre la puerta que decía “Cachorros para la venta”. Letreros como ese atraen a los chicos, y así fue que un niñito apareció bajo el letrero.
- ¿Cuánto cuestan los cachorros? – preguntó.
- Entre cien y cuatrocientos pesos –le respondió.
El niño buscó en sus bolsillos y encontró dos billetes y unas cuantas monedas.
- Tengo veintiséis pesos –dijo– ¿puedo verlos, por favor?
El dueño sonrió y dio un silbido. De la perrera salió Laika, corriendo por el pasillo de la veterinaria seguida por cinco diminutas bolas plateadas de pelaje. Uno de los cachorros se retrasaba considerablemente detrás de los otros.
- ¿Qué pasa con ese perrito? –dijo el niño señalando al cachorro que rengueaba rezagado.
El dueño del negocio le explicó que el veterinario lo había examinado, y había descubierto que no tenía la cavidad del hueso de la cadera. ¡Siempre sería rengo! El niño se emocionó.
- ¡Ése es el cachorro que quiero comprar!
- No tenés que comprar ese perrito –le dijo el señor–. Si realmente lo querés te lo regalo.
El niño se molestó un poco. Miró directamente a los ojos del señor, y señalándolo con el dedo índice le dijo:
- No quiero que me lo regale. Ese perrito vale tanto como los demás, y pagaré todo su valor. En efecto, le daré veintiséis pesos ahora, y cincuenta pesos mensuales hasta que lo haya pagado completamente.
- No creo que quieras comprar ese perrito –replicó–. Nunca va a poder correr, ni jugar, ni saltar con vos como los demás cachorros.
En ese momento, el pequeño se agachó y arremangó su pantalón para mostrar su piernita, retorcida y sujeta por una gran abrazadera ortopédica de metal.
- ¿Ve? –replicó suavemente el niño mirando al dueño de la tienda– yo tampoco corro muy bien, ¡el cachorrito necesitará a alguien que lo entienda!"

Cuando a causa de nuestras angustias pretendemos que los demás “se pongan en nuestro lugar”, sería bueno pensar que esos mismos dolores nos capacitan para ponernos en el lugar de los que sufren, porque también ellos necesitan alguien que los entienda.

“Apagamos la luz que, por amor a los demás,
encendió en una cruz, Él, que murió por los demás;
porque son ataduras, comprender a los demás,
caminamos siempre a oscuras sin contar con los demás”
(Alberto Cortez, "Los demás")

Los cristianos creemos que Dios se puso en nuestro lugar, haciéndose hombre como nosotros en Jesús. Él se puso en nuestro lugar y por eso “nos entiende”. Así nos manifiesta su compasión (padecer-con).

     Hasta el próximo encuentro.




Jorge Trucco
E-mail: jftrucco@gmail.com




domingo, 25 de septiembre de 2011

Salvemos el planeta

¡Rescatá algún valor en peligro de extinción!



Hola amigo:

Hoy te invito a profundizar en otro tipo de “ecología” para salvar nuestro planeta: la “ecología humana”.

     Recuperar valores fundamentales posibilitará que “salvemos” el mundo y desde nuestro “pequeño mundo cotidiano”.

     Se cuenta que allá para el año 250 a.C., en la China antigua, un príncipe de la región norte del país estaba por ser coronado emperador, pero de acuerdo con la ley, él debía casarse. Sabiendo esto, él decidió hacer una competencia entre las muchachas de la corte para ver quién sería digna de su propuesta. Al día siguiente, el príncipe anunció que recibiría en una celebración especial a todas las pretendientes y lanzaría un desafío.

     Una anciana que servía en el palacio hacía muchos años, escuchó los comentarios sobre los preparativos. Sintió una leve tristeza porque sabía que su joven hija tenía un sentimiento profundo de amor por el príncipe. Al llegar a la casa y contar los hechos a la joven, se asombró al saber que ella quería ir a la celebración. Sin poder creerlo le preguntó:

- ¿Hija mía, que vas a hacer allá? Todas las muchachas más bellas y ricas de la corte estarán allí. Sácate esa idea insensata de la cabeza. Sé que debes estar sufriendo, pero no hagas que el sufrimiento se vuelva locura.

Y la hija respondió:

- No, querida madre, no estoy sufriendo y tampoco estoy loca. Yo sé que jamás seré escogida, pero es mi oportunidad de estar por lo menos por algunos momentos cerca del príncipe. Esto me hará feliz.

Por la noche la joven llegó al palacio. Allí estaban todas las muchachas más bellas, con las más bellas ropas, con las más bellas joyas y con las más determinadas intenciones.

     Entonces, finalmente, el príncipe anunció el desafío:

- Daré a cada una de ustedes una semilla. Aquella que me traiga la flor más bella dentro de seis meses será escogida como mi esposa y futura emperatriz de China.

La propuesta del príncipe seguía las tradiciones de aquel pueblo, que valoraba mucho la especialidad de cultivar algo, sean: costumbres, amistades, relaciones, etc.

     El tiempo pasó y la dulce joven, como no tenía mucha habilidad en las artes de la jardinería, cuidaba con mucha paciencia y ternura de su semilla, pues sabía que si la belleza de la flor surgía como su amor, no tendría que preocuparse con el resultado. Pasaron tres meses y nada brotó.

     La joven intentó todos los métodos que conocía pero nada había nacido.

     Día tras día veía más lejos su sueño, pero su amor era más profundo. Por fin, pasaron los seis meses y nada había brotado. Consciente de su esfuerzo y dedicación la muchacha le comunicó a su madre que sin importar las circunstancias ella regresaría al palacio en la fecha y hora acordadas sólo para estar cerca del príncipe por unos momentos.

     En la hora señalada estaba allí, con su maceta vacía. Todas las otras pretendientes tenían una flor, cada una más bella que la otra, de las más variadas formas y colores. Ella estaba admirada. Nunca había visto una escena tan bella.

     Finalmente, llegó el momento esperado y el príncipe observó a cada una de las pretendientes con mucho cuidado y atención. Después de pasar por todas, una a una, anunció su resultado.

     Aquella bella joven con su maceta vacía sería su futura esposa. Todos los presentes tuvieron las más inesperadas reacciones. Nadie entendía por qué él había escogido justamente a aquella que no había cultivado nada.

     Entonces, con calma el príncipe explicó:

- Esta fue la única que cultivó la flor que la hizo digna de convertirse en emperatriz: la flor de la honestidad. Todas las semillas que entregué eran estériles.

En tiempos de “campañas” en los que lo importante parece ser el resultado, el logro, lo visible, la encuesta… cultivar el valor de la honestidad resulta meritorio, por ser un valor en peligro de extinción. Opinamos sobre todo, juzgamos a todos... la "viveza criolla" se ha convertido en algo habitual que va encubriendo la mentira, el engaño, la falta de honestidad para con nosotros mismos...

     La verdad, la sinceridad, la humildad... no son virtudes siempre visibles en los dibujitos animados para los chicos, ni en las publicidades para los adultos... hemos terminado por confundir el significado de la palabra éxito.

     Si hemos terminado el día siendo leales a nosotros mismos, sin traicionar nuestras creencias y nuestros sentimientos, sin dejar de ser quien somos para quedar bien u obtener resultados... ese ha sido un día de éxito...

     Está en tus manos que hoy sea un día exitoso o uno perdido... de vos depende. ¡Que tengas un Día muy feliz y exitoso!

     Hasta el próximo encuentro.

Jorge Trucco
E-mail: jftrucco@gmail.com




martes, 20 de septiembre de 2011

Sembrando para la primavera (*)

En nuestro camino del Bicentenario de la Patria (2010-2016) el 9 de Julio celebramos el Día de la Independencia Nacional. Es bueno evocar a los próceres de la Independencia, y también es muy bueno repasar toda la historia de la Patria, para no cometer los mismos errores.


     Hay frases o expresiones que a los argentinos de varias generaciones nos quedaron marcadas a fuego. ¿Se acuerdan de la famosa frase: “Hay que pasar el invierno”? Continuando con las reflexiones del Padre Mamerto Menapace hoy quiero compartir con ustedes una propuesta para “comprometer nuestras propias manos” y no sólo para “pasar” el invierno.

     “No tenemos en nuestras manos las soluciones para los problemas del mundo. Pero frente a los problemas del mundo, tenemos nuestras manos. Cuando el Dios de la historia venga, nos mirará las manos.


     El hombre de la tierra no tiene el poder de suscitar la primavera. Pero tiene la oportunidad de comprometer sus manos con la primavera. Y así que la primavera lo encuentra sembrando. Pero no sembrando la primavera; sino sembrando la tierra para la primavera. Porque cada semilla, cada vida que en el tiempo de invierno se entrega a la tierra, es un regalo que se hace a la primavera. Es un comprometer las manos con la historia.


     Sólo el hombre en quien el invierno no ha asesinado la esperanza, es un hombre con capacidad de sembrar. El contacto con la tierra engendra en el hombre la esperanza. Porque la tierra es fundamentalmente el ser que espera. Es profundamente intuitiva en su espera de la primavera, porque en ella anida la experiencia de los ciclos de la historia que ha ido haciendo avanzar la vida en sucesivas primaveras parciales.


     El sembrador sabe que ese puñado de trigo ha avanzado hasta sus manos de primavera en primavera, de generación en generación, superando los yuyales, dejándolos atrás. Una cadena ininterrumpida de manos comprometidas ha hecho llegar hasta sus manos comprometidas, esa vida que ha de ser pan.


     En este momento de salida del invierno latinoamericano es fundamental el compromiso de siembra. Lo que ahora se siembra, se hunde, se entrega, eso será lo que verdeará en la primavera que viene. Si comprometemos nuestras manos con el odio, el miedo, la violencia vengadora, el incendio de los pajonales, el pueblo nuevo sólo tendrá cenizas para alimentarse. Será una primavera de tierras arrasadas donde sólo sobrevivirán los yuyos más fuertes o las semillas invasoras de `afueras´.


     Tenemos que comprometer nuestras manos en la siembra. Que la madrugada nos encuentre sembrando. Crear pequeños tablones sembrados con cariño, con verdad, con desinterés, jugándonos limpiamente por la luz en la penumbra del amanecer. Trabajo simple que nadie verá y que no será noticia. Porque la única noticia auténtica de la siembra la da sólo la tierra y su historia, y se llama cosecha. En las mesas se llama pan.


     Si en cada tablón de nuestro pueblo cuatro hombres o mujeres se comprometen en esa siembra humilde, para cuando amanezca tendremos pan para todos. Porque nuestra tierra es fértil. Tendremos pan y pan para regalar a todos los hombres del mundo que quieran habitar en nuestro suelo.


     Si amamos nuestra tierra, que la mañana nos pille sembrando”.

     “El que cultiva la tierra se saciará de pan, pero el que persigue sombras es un imbécil” (Proverbios 12,11)

     Sin lugar a dudas. ¡Hay que pasar el invierno!, pero no con los brazos cruzados. ¿No les parece?

     Hasta el próximo encuentro.


Jorge Trucco
E-mail: jftrucco@gmail.com


(*) Artículo publicado en Faro Familiar en julio de 2011.



sábado, 17 de septiembre de 2011

Seguir el instinto de los camellos sedientos (*)

Al comenzar el mes de julio, te propongo reflexionar sobre nuestra vida en comunidad. Desde cada una de nuestras familias, pasando por las organizaciones comunitarias: centros vecinales, clubes, iglesias, cooperadoras, etc., hasta la organización del Estado (municipal, provincial y nacional), en todas las instancias de vida comunitaria algunos tienen la responsabilidad de la conducción.


     En este mes nos preparamos para elegir democráticamente a quienes conducirán los destinos de muchas de nuestras localidades y de la provincia. Tanto cuando nos toca conducir como cuando tenemos que elegir a quienes nos conducirán, siempre debemos estar atentos y poner todos nuestros esfuerzos para que la comunidad “no se disgregue”.

     Al comenzar el mes de julio, tiempo de discernimiento comunitario, te comparto esta historia del Padre Mamerto Menapace (1) que se titula: El Pozo y los Camellos.

“En las ciudades de los hombres hay fuentes que largan su chorro día y noche. Su misión no es la de abrevar a los hombres de la ciudad. Más bien cumplen con la función de alegrar la vista con su juego de agua en movimiento, y los oídos con su despreocupado murmullo en medio del bullicio. Fuentes que son visitadas por los turistas, hombres que llegan hasta ellas sin sed y con una máquina para fotografiar colgada al cuello.


     Abundancia de aguas inútiles, derrochadas frente a hombres sin sed. Armonía de movimientos y colores para entretener a hombres que necesitan gastar su tiempo, porque se han detenido en la vida al quedarse sin metas. Fuentes conocidas por todo el mundo.


     En la Plaza de San Pedro, compré una vez por noventa liras, diez tarjetas postales con diez fuentes distintas que había visitado en una sola mañana en que no sabía qué hacer. En ninguna de ellas sentía necesidad de beber.


     Pero en el país de los nómades, las cosas son diferentes. En la tierra de hombres en movimiento, con metas difíciles y lejanas, no hay fuentes, sino solamente pozos. Pozos del desierto, distantes y ocultos bajo la monotonía de los arenales. Abrevadas en un pozo, hay caravanas que a veces tienen que caminar con urgencia largo tiempo antes de encontrar el más próximo. Y a veces su presencia es tan irreconocible que no les queda más remedio que fiarse del instinto afiebrado de sus camellos sedientos, que buscan rumbos olfateando el viento.


     Pero los camelleros saben también que cuando la sed se agranda, comienzan los espejismos. En los cerebros recalentados despiertan entonces las tarjetas postales de fuentes exuberantes y tentadoras que llevan a las dunas donde sólo está la muerte.


     ¡Pobre el turista que se adentre en el desierto con su cerebro equipado con postales de fuentes! Probablemente morirá de sed autoengañado, a poco trecho del pozo que podría haberle devuelto a la vida pero que le permaneció oculto, simplemente porque su presencia no se manifestaba con los mismos signos que las fuentes para turistas con las que había equipado su imaginación.


     En ese momento los conductores de camellos deben aferrarse a dos convicciones: que los camellos con más sed son los mejor equipados para encontrar el pozo, y que la misión de los conductores es hacer lo imposible por mantener unida la caravana sin permitir la desbandada de los camellos sedientos, ni el rezagarse de los camellos satisfechos. De lo contrario los camellos sedientos a lo mejor encontrarán el pozo, pero una vez abrevados se habrán quedado sin caravana, y por ello sin meta, encadenados a morir junto a ese pozo agotado bien pronto. Y los otros, la caravana sin sedientos, habrán perdido con ellos la única posibilidad de dar con el pozo que les habría permitido continuar su marcha hacia la meta”.

     La eliminación de los inquietos es el suicidio de las comunidades.

     Aunque en el mes de julio algunos tengan la posibilidad de tomarse unos días de vacaciones o participar, aunque sea por tv, de algún partido de la Copa América, ¡que esto no sea un espejismo que nos haga confundir las fuentes para turistas con los pozos de agua para abrevar la sed del pueblo en el desierto!

     Hasta el próximo encuentro.

(1) Publicado en La sal de la tierra, Editorial Patria Grande.

Jorge Trucco
E-mail: jftrucco@gmail.com



(*) Artículo publicado en Faro Familiar en julio de 2011.


Sin tazón de madera (*)

El viejo se fue a vivir con su hijo, su nuera y su nieto de cuatro años. Ya las manos le temblaban, su vista se nublaba y sus pasos flaqueaban. La familia completa comía junta, pero las manos temblorosas y la vista enferma del anciano hacían el alimentarse un asunto difícil. La sopa caía de su cuchara al suelo y cuando intentaba tomar la taza, derramaba la leche sobre el mantel. El hijo y su esposa se cansaron de la situación...

"Tenemos que hacer algo con el abuelo", dijo el hijo. "Ya he tenido suficiente. Derrama la leche, hace ruido al comer y tira la comida al suelo".

     Así fue como el matrimonio decidió poner una pequeña mesa en una esquina del comedor. Ahí, el abuelo comía solo mientras el resto de la familia disfrutaba la hora de comer. Como el abuelo había roto uno o dos platos, su comida se la servían en un tazón de madera. De vez en vez miraban hacia donde estaba el abuelo y podían ver una lágrima en sus ojos mientras estaba ahí sentado solo. Sin embargo, las únicas palabras que la pareja le dirigía, eran fríos llamados de atención cada vez que dejaba caer el tenedor o la comida. El niño de cuatro años observaba todo en silencio.

     Una tarde antes de la cena, el papá observó que su hijo estaba jugando con trozos de madera en el suelo. Le preguntó dulcemente:

-"¿Qué estás haciendo?"

Con la misma dulzura el niño le contestó:

-"Ah, estoy haciendo un tazón para ti y otro para mamá para que cuando yo crezca, ustedes coman en ellos". Sonrió y siguió con su tarea.

     Las palabras del pequeño golpearon a sus padres de tal forma que quedaron sin habla. Las lágrimas rodaban por sus mejillas. Y, aunque ninguna palabra se dijo al respecto, ambos sabían lo que tenían que hacer.

     Esa tarde el esposo tomó gentilmente la mano del abuelo y lo guió de vuelta a la mesa de la familia. Por el resto de sus días se sentó a la mesa con ellos. Y por alguna razón, ni el esposo ni la esposa, parecían molestarse más cada vez que el tenedor se caía, la leche se derramaba o se ensuciaba el mantel.

     Los niños son altamente perceptivos. Sus ojos observan, sus oídos siempre escuchan y sus mentes procesan los mensajes que absorben. Si ven que con paciencia construimos un hogar feliz para todos los miembros de la familia, ellos imitarán esa actitud por el resto de sus vidas. Seamos instructores sabios. Independientemente de la relación que tengas con tus padres, los vas a extrañar cuando ya no estén contigo”.

Moraleja:la gente olvidará lo que dijiste y lo que hiciste, pero nunca cómo los hiciste sentir”.

     Les deseo un muy feliz día a todos los papás, a los abuelos (papás por partida doble) y a los jóvenes “futuros papás”. ¡Que pasen un muy feliz domingo en familia y que el Buen Dios los bendiga!

     Hasta el próximo encuentro.



Jorge Trucco
E-mail: jftrucco@gmail.com



(*) Artículo publicado en Faro Familiar en junio de 2011 con motivo del Día del Padre.


sábado, 10 de septiembre de 2011

Algo muy grave sucederá en este pueblo! (*)

Dicen que este cuento fue narrado en forma oral por Gabriel García Márquez, y luego publicado por la revista mexicana El cuento.


"Imagínate un pueblo muy pequeño donde una señora está sirviéndoles el desayuno a sus hijos con una expresión de preocupación en su rostro. Los hijos le preguntan qué le pasa y ella les responde:


- No sé, pero he amanecido con el presentimiento de que algo muy grave va a sucederle a este pueblo.


El hijo varón se va a jugar al billar, y en el momento en que va a tirar una carambola sencillísima, su amigo le dice:


- Te apuesto veinte pesos a que no la hacés. Todos se ríen. Él se ríe. Tira la carambola y no la hace. Paga sus veinte pesos y todos le preguntan qué pasó, si era una carambola sencilla. Él contesta:
- Es cierto, pero me he quedado preocupado por lo que me dijo mi madre esta mañana sobre algo grave que va a sucederle a este pueblo.


Todos se ríen de él. El amigo regresa a casa, feliz con su dinero, y le dice a su madre:


- Le gané una apuesta a Juan de la manera más sencilla, porque es un tonto.
- ¿Y por qué decís que es un tonto?
- Porque no pudo hacer una carambola sencillísima preocupado porque su mamá amaneció hoy con la idea de que algo muy grave va a suceder en este pueblo.
-No te burles de los presentimientos de los mayores porque a veces se hacen realidad...


Una pariente oye esto y va a comprar carne. Le pide al carnicero:


- Deme un kilo de carne, y en el momento que la está cortando, le dice: - Mejor córteme dos, porque andan diciendo que algo grave va a pasar y lo mejor es estar preparado.


El carnicero despacha su carne y cuando llega otra señora a comprar le dice:


- Mejor lleve dos kilos porque la gente dice que algo muy grave va a pasar, y se están preparando.


Entonces la señora responde:


- Tengo varios hijos, mejor deme cuatro kilos... Se lleva los cuatro kilos, y para no hacer largo el cuento, diré que el carnicero en media hora agota la carne y se va esparciendo el rumor.


Llega un momento en que toda la gente en el pueblo está esperando que pase algo. Se paralizan las actividades y de pronto a las dos de la tarde alguien dice:


- ¿Se han dado cuenta del calor que está haciendo?
- ¡Pero si en este pueblo siempre hizo calor!
- Sin embargo -dice otro-, a esta hora nunca hizo tanto calor.
- Pero a las dos de la tarde es cuando hace más calor.
- Sí, pero no tanto calor como ahora.


A la plaza desierta, baja de pronto un pajarito y se corre la voz:


-Hay un pajarito en la plaza. Y viene todo el mundo.
– Pero señores, siempre hay pajaritos que bajan.
- Sí, pero nunca a esta hora. Es tal la tensión de los habitantes del pueblo, que todos están desesperados por irse y no tienen el valor de hacerlo.
– Yo que soy muy macho -grita uno- me voy. Agarra sus muebles, sus hijos, sus animales, los mete en una carreta y atraviesa la calle central donde todo el pueblo lo ve. Hasta que los demás dicen:
- Si éste se atreve, entonces nosotros también nos vamos. Y empiezan a desmantelar literalmente el pueblo.


Se llevan las cosas, los animales, todo. Y uno de los últimos que abandona el pueblo, dice:


- No vaya a ser que caiga una desgracia sobre lo que queda de nuestra casa-, y entonces la incendia y otros incendian también sus casas.


Huyen en un tremendo y verdadero pánico, como en un éxodo de guerra, y en medio de ellos va la señora que tuvo el presentimiento y le dice a su hijo:


- ¿Vio m’hijo, que algo muy grave iba a suceder en este pueblo?"

De un granito de arena en contados minutos nos encontramos con un médano. Sucede en la familia, en el trabajo, en los países y hasta a nivel mundial con la “globalización”. ¡Qué importante es aprender a no dejar que las malas noticias nos invadan! ¡Qué importante es aprender a no actuar en masa, a no dejarnos llevar por las ideas de otros si no estamos de acuerdo con ellas!

     “No te dejes vencer por el mal. Por el contrario, vence al mal, haciendo el bien”. (Rm 12,21)

     Hasta el próximo encuentro.

     Jorge Trucco



(*) Artículo publicado en Faro Familiar en junio de 2011.



miércoles, 7 de septiembre de 2011

Sentime un poco! (*)

Cuando mi tío Silvio quería expresar su necesidad de ser escuchado, nos agarraba del brazo y con voz fuerte nos decía: “¡Sentime un poco!”. Tal vez en tu familia también tengan algún padre, abuelo, hijo o tío que con esta u otra expresión similar manifiesta su deseo de expresarse. También los pobres, excluidos, olvidados y silenciados demandan nuestra actitud de escucha. Hoy te propongo que reflexionemos sobre la necesidad que todos tenemos de ser escuchados. [1]


     Cuando uno habla, lo menos que exige es silencio. Si además ese silencio es cariñoso y acogedor, mucho mejor. Y para que haya silencio, tenemos que quitar los “ruidos”. No se trata de un silencio neurótico impuesto a los gritos y con un golpe de puño sobre la mesa. Fundamentalmente tenemos que quitar los “ruidos del corazón” que nos impiden crecer en un diálogo sincero. Quitar los ruidos del creernos más… de nuestras manías donde muchas veces queremos que el resto del mundo gire en torno a nosotros.

     Les achacamos a los más jóvenes el ruido de los aparatos de música, y a veces nuestro corazón se convierte también en un gran parlante, que aunque no lo saquemos a la vereda, lo dejamos adentro y nos  aturdimos.

     El silencio para la escucha es muy distinto de la mudez. La mudez es la caricatura del silencio. Es sumamente agresiva: cuando uno se hace el mudo y cuando es silenciado. El marido se enoja con la “jefa” y entonces se sienta a la mesa… come mirando al infinito (de todos modos, come ¿…?; porque una cosa es mudez y otra quedarse sin comer; será maniático pero no estúpido…). Y nosotros también podemos pretender hacernos sentir con la mudez. La mudez anda a los gritos: la madre con el hijo, el esposo con la esposa… y en algunos momentos en casa tenemos verdaderas islas. Nos une la milanesa y el hambre. Nos pasa también a los curas: “anda perdidísimo, pero para el mediodía y a la noche vas a ver cómo sabe para dónde encarar”. ¡Muchas veces nos terminan reuniendo cosas tan triviales! Éste, no es el silencio de la escucha.

     Creo que la gran carencia de este tiempo no es de palabras, al contrario, tenemos “inflación” de palabras. Lo que está faltando es oído, alguien que escuche. No habría tantos problemas de pareja o de padre e hijo, ni tantos problemas sociales e institucionales si en casa nos supiéramos escuchar, y si en la sociedad aprendiéramos a escuchar a los “sin voz” (la voz la tienen, pero casi nadie los escucha… así nos va…).

     Nuestras mudeces y sorderas son a veces de oídos, pero otras de corazón: no ofrecemos el ámbito para que la palabra de los demás ni siquiera se haga presente. Hay corazones a los que uno ni pierde el tiempo en acercarse, porque sabe que va a rebotar. A veces asusta cuando la gente nos dice: “Padre, no lo quiero molestar porque siempre está ocupado”… mmmm … ¡Qué imagen estamos dando, aunque de verdad trabajemos mucho! (de paso te sugiero, quizá puedas resumir un poquito, no se necesitan  diez horas; diez minutos usando bien las palabras pueden hacer bajar la cabeza a cualquier cura).

     Nuestras palabras van a ser elocuentes cuando nazcan del silencio. Cuando el corazón no tiene silencio, desborda de palabras. ¡Cuántas veces la mamá repitió mil veces lo mismo, y ya no se escucha!.

     Jesús es la Palabra de Dios. Para escucharnos y escuchar a la Palabra, pidamos al Señor la gracia del silencio que escucha y de la palabra elocuente, para nuestra familia y para nuestra sociedad.

     Hasta el próximo encuentro.

     Jorge Trucco

[1] Cfr. P. Ángel Rossi sj, El Adviento (I), en Didascalia, Noviembre de 2010.


(*) Artículo publicado en Faro Familiar en mayo de 2011.



viernes, 2 de septiembre de 2011

Informarnos... para qué? (*)

Gracias a la intercomunicación facilitada por la web, tratamos de informarnos porque hemos aprendido que ”quien tiene más y mejor información tiene más probabilidades de sobrevivir". Por eso te propongo que pensemos juntos qué tipo de información buscamos, con qué alimentamos nuestra vida.


     Sin duda, para vivir bien, para ser felices, y no sólo para “sobrevivir”, lo importante es adquirir la “sabiduría de la vida” que no se consigue sólo ni necesariamente con mucha cantidad de información. Informarnos para saber vivir, para poder vivir felices, ésa es la clave de nuestras búsquedas.

     En las últimas semanas de 2010 aparecieron muchas informaciones. Informaciones secretas que salieron a la luz. En cada lugar del mundo los periodistas se desvivieron por conseguir los cables diplomáticos secretos que hacen referencia a su país, a su gobierno, etc.  251.287 mensajes para analizar, y todavía ahora siguen apareciendo nuevos cables...

     Y como gracias a los medios de comunicación nuestro mundo se transformó en una “aldea global”, junto a tantas posibilidades para crecer en comunión y participación, también hemos “trasladado” a la aldea global las mezquindades del corazón humano. “Pueblo chico, infierno grande” decimos en el refrán, y ahora el mundo entero es nuestro “pueblo chico”.

     Exceso de información, mala calidad de la información… nos llevan a andar espiándonos para chusmear en vez de conocernos para compartir. Es muy importante pensar con qué informaciones alimentamos nuestra vida, y para qué.

     Para motivar el diálogo, te comparto esta historia de la sabiduría popular:

"Se trataba de un joven erudito, arrogante y engreído. Para cruzar un caudaloso río de una a otra orilla tomó una barca. En silencio el barquero comenzó a remar con agilidad. De repente, una bandada de aves surcó el cielo y el joven preguntó al barquero:

-- Buen hombre, ¿has estudiado la vida de las aves?
-- No, señor -repuso el barquero.
-- Entonces, amigo, has perdido la cuarta parte de tu vida.

Pasados unos minutos, la barca se deslizó junto a unas exóticas plantas que flotaban en las aguas del río. El joven preguntó al barquero:

-- Dime, barquero, ¿has estudiado botánica?
-- No, señor, no sé nada de plantas.
-- Pues debo decirte que has perdido la mitad de tu vida -comentó pedantemente el joven.

El barquero seguía remando con paciencia. El sol del mediodía se reflejaba sobre las aguas del río. Entonces el joven preguntó:

-- Sin duda, barquero, llevas muchos años deslizándote por las aguas. ¿Sabes algo de la naturaleza del agua?
-- No, señor, nada sé al respecto. No sé nada de estas aguas ni de otras.
-- ¡Oh, amigo! -exclamó el joven-. De verdad que has perdido las tres cuartas partes de tu vida.

Súbitamente, la barca comenzó a llenarse de agua. No había forma de sacarla y la barca comenzó a hundirse. El barquero preguntó al joven:

-- Señor, ¿sabes nadar?
-- No -repuso el joven.
-- Pues me temo, señor, que has perdido toda tu vida".

Para vivir bien, para vivir feliz, no hace falta tener mucha información, sino buena información. Sería bueno preguntarnos, ¿dónde y cómo buscamos la sabiduría de la vida que nos hace verdaderamente felices?

     Hasta el próximo encuentro.

     Jorge Trucco



(*) Artículo publicado en Faro Familiar en mayo de 2011.



Para qué trabajás? (*)

¡Hola, amigo!

En 1889 se instituyó el "Día Internacional del Trabajador" para perpetuar la memoria de la brutal represión ocurrida en Chicago tres años antes contra los trabajadores que reclamaban por una jornada laboral de ocho horas. Recién en 1954 el Papa Pío XII asumió esta jornada al declarar el 1º de mayo como festividad de San José obrero, aunque en Argentina, el Día del Trabajador se conmemora desde fines del siglo XIX.

     Casi siempre, al reflexionar sobre “nuestros trabajos” ponemos el acento en el esfuerzo y el cansancio, sintetizados en el mandato: “Ganarás el pan con el sudor de tu frente” (Gn 3,19).

     No tenemos que olvidar que en la comprensión bíblica el trabajo es ante todo y en primer lugar una participación en la obra creadora de Dios: “El Señor Dios tomó al hombre y lo puso en el jardín de Edén, para que lo cultivara y lo cuidara” (Gn 2,15).

     El valor del trabajo reside en el trabajador y no en el trabajo en sí; y por eso el ser humano no puede ser un esclavo del trabajo. Considerado a nivel personal, el ser humano debe trabajar para vivir y no vivir para trabajar, ya que en este caso se haría a sí mismo esclavo del trabajo.

     Considerado desde la construcción social, un trabajo indebidamente remunerado es la expresión moderna de la antigua esclavitud. El Papa Juan Pablo II, que el 1º de mayo será proclamado Beato, nos enseñó: “La justicia de un sistema socioeconómico y, en todo caso, su justo funcionamiento merecen en definitiva ser valorados según el modo como se remunera justamente el trabajo humano dentro de tal sistema” (Laborem Exercens 3).

     Los que viven de changas, los que trabajan “en negro”, los que trabajan en servicios esenciales para la comunidad, los que trabajan sin remuneración económica, como las amas de casa y muchos más, mañana también tendrán que trabajar. Otros podrán descansar.

     Para que todos celebremos el Día del Trabajador de una manera que nos dignifique como personas y como sociedad, comparto esta historia que nos puede ayudar para ahondar en un cuestionamiento que la vida y las circunstancias no dejan de plantearnos: ¿para qué trabajás?

     Un día quise ver a mis tres amigos, que trabajaban en una obra de construcción cerca de mi casa. Hacía mucho tiempo que no los veía, así que no sabía qué era de sus vidas. Casi a la entrada, en una postura de comodidad, me encuentro al primero.

-«¡Qué alegría verte!», le dije, mientras le daba un fuerte abrazo. «¿Cómo van las cosas?»
-«Aquí ando, trabajando como un burro, ya me ves. No veo la hora de terminar para irme a casa».

Doy tan sólo unos pasos y allí, en un andamio, a escasos metros del suelo, encuentro al otro viejo amigo.

-«¡Cuánto tiempo sin verte! ¿Cómo te va?»
-«Ya ves. Las vueltas que da la vida. Hay que hacer algo, ¿no? Hay que ganar el pan para los hijos. Es ley de vida».

Levanto la vista y allá arriba, en una postura de difícil equilibrio, veo a mi otro amigo. Sintió una enorme alegría al verme y, con una gran sonrisa y una voz potente, me preguntó cómo me iba, y cuándo podríamos vernos con más tiempo. Y para terminar, me dijo:

-«Aquí estoy haciendo un escuela bonita, bonita, bonita... ¡ya verás qué linda escuela!».

“Que cada cual se fije bien de qué manera construye” (1 Co 3,10).

     ¡FELIZ DÍA DEL TRABAJADOR!

     Hasta el próximo encuentro.

     Jorge Trucco


(*) Artículo publicado en Faro Familiar en abril de 2011.



sábado, 27 de agosto de 2011

¡Creo en el Resucitado! (*)

¡Hola, amigo! ¡Felices Pascuas! Al celebrar la Resurrección de Jesús, quiero compartir una poesía de autor anónimo. Espero que nos ayude a celebrar con esperanza nuestra fe.

Creo en el Resucitado,
en el Señor de la Vida, en Jesús de Nazaret,
carpintero sencillo, hombre de pueblo,
predicador itinerante, compañero de camino.


Creo en el Resucitado, 
el hijo de María,
quien hizo vida sus palabras del Magnificat,
porque llevó la Buena Nueva
a los pobres y excluídos.


Creo en el Resucitado,
Señor de la comunidad,
quien para enseñar el amor de Dios
llamó a discípulos
para compartir su vida.


Creo en el Resucitado,
el que caminó los pueblos de Palestina,
el que anduvo por las orillas del lago,
el que se mezcló con la gente del pueblo,
para mostrar con su vida
que Dios no se olvida de los hombres,
conoce el sufrimiento
y quiere la liberación y la justicia.


Creo en el Resucitado,
el que se ocupó de los que sufren,
el que tuvo compasión de los enfermos,
el que se acercó a los marginados,
para enseñarnos
que el Dios de la Vida
nace entre los pobres de este mundo.


Creo en el Resucitado,
el que se animó a presentar a un Dios vivo,
el que denunció los ritos vacíos
y las leyes hipócritas,
el que habló con palabras sencillas,
para enseñarnos que lo importante
es vivir lo que Dios propone.


Creo en el Resucitado,
el que entregó la vida,
el que cargó la cruz,
el que vivió el conflicto, la incomprensión
y la persecución por ser fiel.
El que nos enseñó que a Dios
se lo conoce si se practica su voluntad.


Creo en Jesús, el que vivió
como Dios quiere que vivamos todos.
Creo en el Resucitado,
que nos llama a seguir sus pasos
y hacer de nuestra vida
una Pascua para los demás,
un paso del Señor para todos,
un signo de que la vida
es siempre más fuerte
que toda la muerte
que nuestra sociedad engendra.


Creo en Jesús
porque quiero vivir como Él.
- Ayúdame a lograrlo, Padre Bueno.


¡FELICES PASCUAS! 

Hasta el próximo encuentro.


Jorge Trucco



(*) Artículo publicado en Faro Familiar en marzo de 2011.


miércoles, 24 de agosto de 2011

La vida es un carnaval (*)

¡Llegó el carnaval! Esta fiesta pagana que fue “cristianizada” como tiempo previo a la penitencia cuaresmal tiene una larguísima historia.

     Cuando decimos carnaval, decimos muchas cosas. Desde el “Carnavalito” jujeño y el carnaval salteño, hasta el de Río de Janeiro; desde el Carnaval de Venecia hasta el de Gualeguaychú. (En Corrientes ya terminó el carnaval, porque había empezado en enero...)

     ¡Qué importante es promover las "manifestaciones sociales, culturales y las fuertes tradiciones"!

     Este es uno de los objetivos expresados por la Presidente Cristina Fernández para la incorporación de los feriados nacionales de carnaval. Mañana y pasado son días feriados. ¿De quién depende que podamos cumplir con los objetivos propuestos? Yo pienso que todo depende de mí y de vos.

     Juancito, que no sabía lo que era el eco, un día se divertía en el campo en ir montado sobre un palo de escoba, como si fuera un asno y en gritar: “¡Arre! ¡Arre!

     Pero inmediatamente oyó las mismas palabras en el bosque cercano. Creyendo que algún niño se hubiera escondido en él, le preguntó admirado: “¿Quién sos vos?

     La voz misteriosa repitió inmediatamente: “¿Quién sos vos?

     Juancito, le gritó más fuerte: “¿Vos sos tonto?” Enseguida la misteriosa voz repitió las mismas palabras.

     Entonces Juancito lleno de bronca lanzó palabras cada vez más injuriosas contra el desconocido que suponía escondido; pero el eco se las devolvía con la máxima fidelidad. Juancito corrió al bosque para descubrir al insolente y vengarse de él, pero no encontró a nadie. Entonces volvió a su casa y fue a consolarse con su mamá de lo que le había sucedido, diciéndole que un sinvergüenza, escondido en el bosque, lo había insultado reiteradamente.

- “Esta vez te has engañado, porque lo que has oído ha sido el eco de tus mismas palabras” - le dijo la madre.


- “Si vos hubieras dicho en alta voz una palabra cariñosa, la voz de que hablas te hubiera respondido también en términos amables”.

Lo mismo sucede en la vida ordinaria. Por lo común, el proceder de los demás para con nosotros es el eco de nuestra conducta para con ellos. Si somos educados con los demás, los demás lo serán con nosotros. Si, en cambio, somos descorteses, ruines y groseros con nuestros semejantes, no tenemos derecho a esperar ser tratados de diferente manera.

     La Presidente decía hace seis meses: “Seguramente criticarán lo de las murgas en la Casa de Gobierno. No se preocupen chicos, hubo cada murga dentro de esta Casa de Gobierno”.

     Hasta el próximo encuentro.

     Jorge Trucco

(*) Artículo publicado en Faro Familiar en el mes de marzo de 2011.

Comienzan las clases para todos (*)

¡Hola amigos!

Para muchas familias, esta semana se producirán cambios importantes en el ritmo de vida. ¡Empiezan las clases! Es de esperar que para todas las comunidades educativas y para todos los ciudadanos de la Nación también se produzcan cambios.

     A principios del mes de diciembre (2010) nos sorprendíamos con una noticia: entre 65 países, Argentina se ubica en el puesto 58, cuando se evalúa comprensión lectora, matemática y ciencias, en alumnos de 15 años (informe PISA 2009). Por su parte, el Ministerio de Educación objetó el informe, ya que el 36% de los estudiantes relevados no está en el nivel educativo requerido para el test.

     ¡Comienzan las clases! Las quejas van a ser cotidianas. ¡Hay jóvenes que toman los colegios! -se escandalizarán algunos. Otros, protestarán hasta el cansancio porque muchas veces cuando la maestra dice “A”, la mamá del chico dice “B” (y el papá “C”).

     Las estadísticas nos señalan que a muchos adolescentes argentinos les cuesta cada vez más leer bien (¡puesto 58!).

     Cuando a todos los conflictos escolares le sumamos las intolerancias familiares, los problemas económicos-laborales más la situación social: violencia, falta de participación, injustas discriminaciones (muchas veces solapadas, porque son “políticamente incorrectas”), mentiras institucionales, victimización de los que padecen violencia, etc., la respuesta generalizada es: “¡Acá el problema es la Educación!”.

     La inmensa mayoría de los sectores y proyectos políticos está de acuerdo con el diagnóstico: “el problema de la Argentina es la Educación”. El desafío es ponernos de acuerdo “en qué consiste el problema educativo” y en “qué caminos recorrer para buscar soluciones”.

     Creo que la gran tarea “educativa” que deberíamos plantearnos es la construcción de consensos que motiven la participación de “todos”: familias, niños y adolescentes, docentes, dirigentes, autoridades… Si nos seguimos enfrentando “nos devoran los de afuera” (¡¡¡puesto 58!!!)

     No hay dudas, la solución comienza por casa. Y sigue... en la escuela, en los Medios de Comunicación, en el Estado, en la calle, en el parque…

Dicen que un padre llevó a sus pequeños a jugar a un parque de diversiones. En la boletería preguntó:

- "¿Cuánto cuesta la entrada?
- Veinte pesos los adultos y diez pesos para los niños mayores de 6 hasta 12 años. Los menores de 6 años entran gratis.
- Uno de los niños tiene tres años y el otro siete. Deme una mayor y una menor.
- Tonto –dijo el hombre de la boletería– Podría haberse ahorrado diez pesos si hubiera dicho que el mayor tenía menos de seis. Yo no habría notado la diferencia.
- Puede ser, pero ellos sí la habrían notado. Y mi mal ejemplo habría quedado grabado para siempre".

“LOS NIÑOS NOS MIRAN”... decían los antiguos romanos... y ¡con cuánta razón!

     Me enseñaron que la etimología de educar es “sacar afuera, hacer aflorar lo mejor que cada uno tiene dentro”.

     El martes 1 de marzo los chicos, adolescentes y jóvenes (junto a sus maestros) comienzan las clases. Pero todos, mamás y papás, abuelos y tíos, empleados y empresarios, dirigentes sociales y políticos… como el papá que llevó a sus dos hijos al parque de diversiones, todos estamos llamados a educarnos: hacer aflorar lo mejor de cada uno para el crecimiento de todos.

     Aunque no tengamos en casa chicos o jóvenes que vayan a la escuela, esta semana comienza un desafío para todos. Porque si “acá el problema es la Educación”, entonces el problema no es sólo de los docentes, de los chicos, de las familias o de los políticos. Si el problema es la Educación, el problema es de todos y todos podemos (y debemos) “hacer aflorar lo mejor que cada uno tiene dentro”.

     Por eso les deseo y me deseo: ¡FELIZ COMIENZO DE CLASES PARA TODOS!

     Hasta el próximo encuentro.

     Jorge Trucco

(*) Publicado en Faro Familiar en el mes de febrero de 2011.


domingo, 21 de agosto de 2011

Día de San Valentín (*)

Vivir enamorados


Al promediar el mes de febrero solemos vernos bombardeados con publicidades y notas periodísticas sobre el Día de los Enamorados. El 14 celebraremos a San Valentín. Cuenta la leyenda que este mártir del S. III se resistía a acatar la imposición imperial que obligaba a los soldados a no casarse. Es que el amor es más fuerte que la guerra.

     El Día de los Enamorados es otra de las celebraciones “importadas” de los países del Norte. Pero bienvenido sea, también en el Sur, un día para recordarnos que debemos alimentar el amor. Sin amor, no somos nada (1 Cor 13,2). Te propongo que, más allá de lo comercial y de los saludos de ocasión, nos preocupemos por estar atentos para no dejar morir nuestros amores.

     ¿Vos, estás enamorado/a? Una linda pregunta para plantearnos este domingo.

     Me contaron que hubo una vez un día terrible en el que el Odio, que es el rey de los malos sentimientos y los defectos, convocó a una reunión urgente con todos los sentimientos negros del mundo y los deseos más perversos del corazón humano. Estos llegaron a la reunión con curiosidad de saber cuál era el propósito.
Cuando estuvieron todos habló el Odio y dijo: "Los he reunido aquí a todos porque deseo con todas mis fuerzas matar a alguien". Los asistentes no se extrañaron mucho pues era el Odio que estaba hablando y él siempre quiere matar a alguien, sin embargo todos se preguntaban entre sí quién sería tan difícil de matar para que el Odio los necesitara a todos. "Quiero que maten al Amor", dijo. Muchos sonrieron malévolamente pues más de uno quería destruirlo.

     El primer voluntario fue el Mal Carácter, quien dijo: "Yo iré, y les aseguro que en un año el Amor habrá muerto; provocaré tal discordia y rabia que no lo soportará".

     Al cabo de un año se reunieron otra vez y al escuchar el reporte del Mal Carácter quedaron decepcionados. "Lo siento, lo intenté todo pero cada vez que yo sembraba una discordia, el Amor la superaba y salía adelante".

     Fue entonces cuando, muy diligente, se ofreció la Ambición que, haciendo alarde de su poder, dijo: "En vista de que el Mal Carácter fracasó, iré yo. Desviaré la atención del Amor hacia el deseo por la riqueza y por el poder. Eso nunca falla". Y empezó la Ambición el ataque hacia su víctima quien efectivamente cayó herida pero, después de luchar por salir adelante, renunció a todo deseo desbordado de poder y triunfó de nuevo.

     Furioso el Odio por el fracaso de la Ambición envió a los Celos, quienes burlones y perversos inventaban toda clase de artimañas y situaciones para despistar el amor y lastimarlo con dudas y sospechas. Pero el Amor confundido lloró y pensó que no quería morir, y con valentía y fortaleza se impuso sobre los Celos, y los venció.

     Año tras año, el Odio siguió en su lucha enviando a sus más hirientes compañeros, envió a la Frialdad, al Egoísmo, a la Indiferencia, a la Enfermedad y a muchos otros que fracasaron siempre, porque cuando el Amor se sentía desfallecer tomaba de nuevo fuerza y todo lo superaba.

     El Odio, convencido de que el Amor era invencible, les dijo a los demás: "No hay nada que hacer, el Amor ha soportado todo, llevamos muchos años insistiendo y no lo logramos”.

     De pronto, de un rincón del salón se levantó alguien poco reconocido, que vestía todo de negro y con un sombrero gigante que caía sobre su rostro, ocultándolo. Su aspecto era fúnebre. "Yo mataré el Amor”, dijo con seguridad. Todos se preguntaron quién era ese que pretendía hacer solo, lo que ninguno había podido. El Odio dijo: "Andá y matalo".

     Pasaron unos pocos días cuando el Odio volvió a llamar a todos los malos sentimientos para comunicarles que después de mucho esperar por fin el Amor HABÍA MUERTO.

     Todos estaban felices, pero sorprendidos. Entonces el sentimiento del sombrero negro habló: "Ahí les entrego al Amor totalmente muerto y destrozado", y sin decir más se marchó. "Esperá", dijo el Odio, "en tan poco tiempo lo eliminaste por completo, lo desesperaste y no hizo el menor esfuerzo para vivir. ¿Quién sos?".
El sentimiento levantó por primera vez su horrible rostro y dijo: "Soy La Rutina".

     En el Día de los Enamorados, te invito a no dejar que la Rutina invada tus relaciones. Te invito a alimentar el amor. ¡Feliz día para todas y para todos, mañana… y siempre!

     Hasta el próximo encuentro.

     Jorge Trucco


(*) Artículo publicado en Faro Familiar en febrero de 2011.


La sabiduría del pueblo (*)

Estamos terminando el mes de enero, donde nuestra Provincia se viste de celeste y blanco alimentando la argentinidad con los grandes festivales de folclore.

     Nuestro patrimonio cultural tradicional se nutre de todo lo que la comunidad ha sabido seleccionar para bendecir (bien decir) sus anhelos, esperanzas, inquietudes y necesidades. Este quehacer del pueblo a través del tiempo ha permitido crear un legado cultural que expresa y celebra la identidad Nacional, afianzando así la pertenencia.

     La palabra folclore proviene del inglés "folklore" compuesta de folk (gente, pueblo) y lore (tradición o conocimiento). El conocimiento popular o la Sabiduría del Pueblo. Eso es el folclore.

     Mapuches, Aimaras, Quechuas, Guaraníes… tenían sus propias formas expresivas -tanto utilitarias como ceremoniales- que acompañaban su cotidianeidad. El ingreso repentino y vigoroso (a veces violento) de otras modalidades, trajo como consecuencia un fuerte choque cultural que en un principio desconcertó, pero que luego abrió espacios para nuevas formas expresivas. Cada una aportando lo suyo para bien decir, cantar y bailar aquello que ahora es lo nuestro.

     Comparto con ustedes una historia que me contó un médico amigo sobre lo ocurrido con un compañero suyo en los años de residencia en el sur argentino.

     Al entrar en la sala donde estaba internado un miembro de la comunidad Mapuche se encontró con el hechicero. Éste, con hierbas medicinales, realizaba un rito sanador alrededor de la cama del enfermo. Inmediatamente el médico universitario echó del hospital al médico de la comunidad mapuche acusándolo de inculto y supersticioso.

     Cuando el director del Hospital tomó conocimiento del hecho, casi termina expulsando al médico residente. Lo amonestó diciéndole: “Nosotros llegamos a esta región no hace más de cien años, trayendo nuestra medicina universitaria. La comunidad Mapuche hace siglos que viene curando las enfermedades y cuidando a sus enfermos con su sabiduría ancestral, sin embargo aceptan venir también a nuestro Hospital. ¿Cómo vos no vas a recibir a su médico para aprender de esta sabiduría popular lo que no aprendiste en la universidad?”.

     La Sabiduría Popular nace de la experiencia. El gaucho tiene su “cencia”, como tan bien nos señala José Hernández:

"Aquí no valen dotores,
Sólo vale la esperencia;
Aquí verían su inocencia
Esos que todo lo saben,
Porque esto tiene otra llave
Y el gaucho tiene su cencia".

(Martín Fierro, 1,9)

La convocatoria de enero y febrero en torno al folclore, no debería ser sólo la añoranza de un tiempo que se fue para contraponerlo a las nuevas expresiones culturales.

     Jesús nos enseña que "todo escriba convertido en discípulo del Reino de los Cielos se parece a un dueño de casa que saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo" (Mt 13,52).

     Amigos, los invito a vivir este tiempo “festivaleros” como una gran liturgia donde celebramos las raíces profundas de nuestra Argentina. Y aunque la palabra folclore proceda del idioma inglés, sería bueno aprender de la Sabiduría Popular, también en la lengua de muchos de nuestros abuelos, lo que nos enseña nuestro Martín Fierro:

Ij fratej ch'a sio unì
cola a l'è la lege prima,
devo conservé soa stima
e mai l'han da fesse 'l muso
përchè se tra lor a ruso
coj da fòra a-j sàuto 'nsima.

(Martin Fèr 2, 32, traducción Francisco M. Tosco,
corrección gramatical Prof. Ronal Comba)

Hasta el próximo encuentro.

Jorge Trucco


(*) Artículo publicado en Faro Familiar en enero de 2011.