viernes, 4 de noviembre de 2011

No hay peor sordo que el que no quiere oír

¡Cuánto bien nos hace el diálogo, la escucha, el compartir! ¡Qué importante es saber escucharnos! Por eso comparto con ustedes una historia que me ayudó a replantearme “desde dónde” nos escuchamos.


     Dos amigos andan juntos por una calle de una gran ciudad. Los envuelve el ruido multiforme de la ciudad moderna.

     Los dos amigos son diferentes y se nota en su andar. Uno es alemán, hijo de la ciudad, criatura del asfalto. El otro es un yogui hindú. Está de visita. Lleva ropas anaranjadas y mirada inocente. Anda con pies descalzos que se apresuran para seguir a su amigo.

     De repente el yogui se para, toma del brazo a su amigo y le dice: “Escucha, está cantando un pájaro”. El amigo alemán le contesta: “No digas tonterías. Aquí no hay pájaros. No te detengas”. Y sigue adelante.

     Al cabo de un rato el yogui disimuladamente deja caer una moneda sobre el pavimento. El amigo se detiene y le dice: “Espera. Se ha caído algo”. Sí, claro. Allí estaba la moneda sobre el adoquín.

     El yogui sonríe. “Tus oídos están afinados al dinero, y eso es lo que oyen. Basta el sonido mínimo de una moneda sobre el asfalto para que tus oídos estén atentos y se detengan tus pies. Estás a tono con el dinero, y eso es lo que oyen tus oídos, lo que ven tus ojos y lo que desea tu corazón. En cambio estás desafinando ante los sonidos de la naturaleza.


     Tienes muy buen oído, pero estás sordo. Y no sólo de oído, sino de todo. Estás cerrado a la belleza, a la alegría, a los colores del día y a los sonidos del aire. Andas desafinado”.

     El pájaro sí había cantado.

     Escuchamos lo que queremos o lo que “nos acostumbraron” a escuchar. Te invito esta semana a escuchar más allá del sonido de nuestras monedas. Te invito a escuchar el sonido del corazón de los miembros de tu familia, de los vecinos, de los compañeros.

     ¡Qué bueno que aprendamos a escuchar la voz del pueblo, porque “la voz del pueblo es la voz de Dios”!

     Pidamos al Buen Dios, que nos regale un oído atento a su Palabra; que aprendamos a escucharnos.

     Hasta el próximo encuentro.


Jorge Trucco
E-mail: jftrucco@gmail.com




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