sábado, 17 de septiembre de 2011

Seguir el instinto de los camellos sedientos (*)

Al comenzar el mes de julio, te propongo reflexionar sobre nuestra vida en comunidad. Desde cada una de nuestras familias, pasando por las organizaciones comunitarias: centros vecinales, clubes, iglesias, cooperadoras, etc., hasta la organización del Estado (municipal, provincial y nacional), en todas las instancias de vida comunitaria algunos tienen la responsabilidad de la conducción.


     En este mes nos preparamos para elegir democráticamente a quienes conducirán los destinos de muchas de nuestras localidades y de la provincia. Tanto cuando nos toca conducir como cuando tenemos que elegir a quienes nos conducirán, siempre debemos estar atentos y poner todos nuestros esfuerzos para que la comunidad “no se disgregue”.

     Al comenzar el mes de julio, tiempo de discernimiento comunitario, te comparto esta historia del Padre Mamerto Menapace (1) que se titula: El Pozo y los Camellos.

“En las ciudades de los hombres hay fuentes que largan su chorro día y noche. Su misión no es la de abrevar a los hombres de la ciudad. Más bien cumplen con la función de alegrar la vista con su juego de agua en movimiento, y los oídos con su despreocupado murmullo en medio del bullicio. Fuentes que son visitadas por los turistas, hombres que llegan hasta ellas sin sed y con una máquina para fotografiar colgada al cuello.


     Abundancia de aguas inútiles, derrochadas frente a hombres sin sed. Armonía de movimientos y colores para entretener a hombres que necesitan gastar su tiempo, porque se han detenido en la vida al quedarse sin metas. Fuentes conocidas por todo el mundo.


     En la Plaza de San Pedro, compré una vez por noventa liras, diez tarjetas postales con diez fuentes distintas que había visitado en una sola mañana en que no sabía qué hacer. En ninguna de ellas sentía necesidad de beber.


     Pero en el país de los nómades, las cosas son diferentes. En la tierra de hombres en movimiento, con metas difíciles y lejanas, no hay fuentes, sino solamente pozos. Pozos del desierto, distantes y ocultos bajo la monotonía de los arenales. Abrevadas en un pozo, hay caravanas que a veces tienen que caminar con urgencia largo tiempo antes de encontrar el más próximo. Y a veces su presencia es tan irreconocible que no les queda más remedio que fiarse del instinto afiebrado de sus camellos sedientos, que buscan rumbos olfateando el viento.


     Pero los camelleros saben también que cuando la sed se agranda, comienzan los espejismos. En los cerebros recalentados despiertan entonces las tarjetas postales de fuentes exuberantes y tentadoras que llevan a las dunas donde sólo está la muerte.


     ¡Pobre el turista que se adentre en el desierto con su cerebro equipado con postales de fuentes! Probablemente morirá de sed autoengañado, a poco trecho del pozo que podría haberle devuelto a la vida pero que le permaneció oculto, simplemente porque su presencia no se manifestaba con los mismos signos que las fuentes para turistas con las que había equipado su imaginación.


     En ese momento los conductores de camellos deben aferrarse a dos convicciones: que los camellos con más sed son los mejor equipados para encontrar el pozo, y que la misión de los conductores es hacer lo imposible por mantener unida la caravana sin permitir la desbandada de los camellos sedientos, ni el rezagarse de los camellos satisfechos. De lo contrario los camellos sedientos a lo mejor encontrarán el pozo, pero una vez abrevados se habrán quedado sin caravana, y por ello sin meta, encadenados a morir junto a ese pozo agotado bien pronto. Y los otros, la caravana sin sedientos, habrán perdido con ellos la única posibilidad de dar con el pozo que les habría permitido continuar su marcha hacia la meta”.

     La eliminación de los inquietos es el suicidio de las comunidades.

     Aunque en el mes de julio algunos tengan la posibilidad de tomarse unos días de vacaciones o participar, aunque sea por tv, de algún partido de la Copa América, ¡que esto no sea un espejismo que nos haga confundir las fuentes para turistas con los pozos de agua para abrevar la sed del pueblo en el desierto!

     Hasta el próximo encuentro.

(1) Publicado en La sal de la tierra, Editorial Patria Grande.

Jorge Trucco
E-mail: jftrucco@gmail.com



(*) Artículo publicado en Faro Familiar en julio de 2011.


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