martes, 20 de diciembre de 2011

Deciles que los querés

¡Hola amigos! Llega la Navidad. Todos tratamos de prepararnos. ¿Dónde nos reunimos? ¿Qué llevás vos?

     Todos llevamos un poco de ensalada de fruta… Cada familia se prepara para seguir sus tradiciones. El paso del tiempo también nos puede poner nostálgicos, porque “¡Navidades eran las de antes!” o porque este año no podremos reunirnos como hacíamos siempre, o porque algún miembro de la familia ya no está físicamente.

     Es muy importante poder reunirnos a celebrar, y por eso es bueno preparar la reunión. Pero a veces no podremos estar con todos los que quisiéramos. Por eso hoy quiero invitarte a preparar otro aspecto de la Navidad, que tiene que ver con el modo como nos relacionamos. Dios se hace hombre y nace en un Pesebre para establecer un nuevo tipo de relaciones con Él y entre nosotros.


     Quiero compartir con ustedes el testimonio de Dennis, un profesor que dicta sus clases a personas adultas. Creo que puede ayudarnos a preparar la Navidad.

“En una clase que doy a personas adultas, recientemente hice lo "imperdonable". ¡Dejé tarea a los alumnos! La tarea era "acercarse durante la siguiente semana a alguien a quien amen y decirle que lo aman. Tiene que ser alguien a quien nunca le hayan dicho esas palabras con anterioridad o, al menos, con quien no las hayan compartido desde hace mucho tiempo.


     No parece una tarea muy difícil, hasta que nos detenemos a analizar que la mayoría de los hombres en ese grupo tienen más de 35 años y fueron criados en la generación a la que le enseñaron que expresar las emociones no es de "machos". El demostrar los sentimientos o llorar (¡ni Dios lo quiera!) no se hacía. Por lo tanto, fue una tarea muy amenazante para algunos.


     Al principio de nuestra siguiente clase, pregunté si alguien deseaba compartir lo sucedido cuando confesaron a alguna persona que la amaban. Esperaba que una de las mujeres se ofreciera como voluntaria, como casi siempre sucedía, pero esa noche, uno de los hombres levantó la mano. Parecía bastante conmovido y un poco impresionado. Cuando se puso de pie (su estatura es de 1.88 metros) empezó a decir: "Dennis, la semana pasada me enfadé bastante con vos cuando nos dejaste esta tarea. No sentí que tuviera a alguien a quien decir esas palabras; además, ¿quién sos vos para sugerirme que haga algo tan personal? Sin embargo, cuando conducía hacia mi casa, mi conciencia empezó a hablarme. Me dijo que sabía con exactitud a quien necesitaba decir "te amo". Hace cinco años, mi padre y yo tuvimos un altercado y nunca lo solucionamos. Desde entonces evitamos vernos, a no ser que sea absolutamente necesario, como en Navidad y en otras reuniones familiares. Incluso entonces, apenas si nos hablamos.


     Por lo tanto, el martes pasado, cuando llegué a casa, me había convencido a mi mismo que le diría a mi padre que lo amaba. Es extraño, pero el solo hecho de tomar esa decisión pareció quitarme un peso de encima. Cuando llegué a casa, me apresuré a entrar para comunicarle a mi esposa lo que iba a hacer. Ella ya estaba en la cama, pero la desperté. Cuando se lo dije, no sólo se levantó, sino que lo hizo con rapidez, me abrazó y, por primera vez en nuestra vida matrimonial, me vio llorar. Permanecimos levantados hasta la medianoche, bebiendo café y charlando. ¡Fue maravilloso! A la mañana siguiente, me levanté temprano y alegre. Estaba tan entusiasmado que apenas si pude dormir. Llegué temprano a la oficina y logré hacer más en dos horas que lo que hacía antes en todo un día. A las 9:00, llamé a mi papá para ver si podía visitarlo después del trabajo.


     Cuando contestó el teléfono, sólo dije: "Papá, ¿puedo visitarte esta noche después del trabajo? Tengo algo que decirte". Mi papá respondió malhumorado: "¿Y ahora qué?" Le aseguré que no tomaría mucho tiempo y finalmente aceptó. A las 17:30, estaba en la casa de mis padres y llamaba a la puerta, orando para que papá abriera la puerta. Temía que si mama la abría, me acobardara y se lo dijera a ella en vez de a él. Sin embargo, por suerte, papá abrió la puerta. No perdí tiempo. Di un paso y dije: "Papá, sólo vine a decirte que te amo." Fue como si mi papá se transformara. Ante mis ojos, su rostro se suavizó, las arrugas parecieron desaparecer y empezó a llorar. Extendió los brazos, me abrazó y dijo: "También te amo, hijo, pero nunca he podido decírtelo". Era un momento tan precioso que no quería moverme. Mamá se acerco con lágrimas en los ojos. Yo sólo moví la mano para saludarla y le di un beso. Papá y yo nos abrazamos durante un momento más y después me fui. Hacía mucho tiempo que no me sentía tan maravillosamente.


     No obstante, ése no es mi punto. Dos días después de esa visita, mi papá, que tenía problemas cardíacos, pero que no me lo había dicho, sufrió un ataque y terminó en el hospital, inconsciente. No sé si logrará recuperarse. Por lo tanto, mi mensaje para todos ustedes en la clase es éste: no esperen para hacer las cosas que saben necesitan hacer. ¿Qué habría sucedido de haber esperado para decírselo a mi papá? ¡Tal vez no vuelva a tener la oportunidad! ¡Tomen tiempo para hacer lo que necesitan hacer y háganlo ahora!”.

     Interesante la tarea que nos deja Dennis: acercarnos a alguien a quien amamos y decirle que lo amamos. ¿Te animás?

     ¡Que pases una linda semana y una MUY FELIZ NAVIDAD!

     Hasta el próximo encuentro.

Jorge Trucco
E-mail: jftrucco@gmail.com





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