Vivir enamorados
Al promediar el mes de febrero solemos vernos bombardeados con publicidades y notas periodísticas sobre el
Día de los Enamorados. El 14 celebraremos a
San Valentín. Cuenta la leyenda que este mártir del S. III se resistía a acatar la imposición imperial que obligaba a los soldados a no casarse. Es que el amor es más fuerte que la guerra.
El Día de los Enamorados es otra de las celebraciones “importadas” de los países del Norte. Pero bienvenido sea, también en el Sur, un día para recordarnos que debemos alimentar el amor. Sin amor, no somos nada (1 Cor 13,2). Te propongo que, más allá de lo comercial y de los saludos de ocasión, nos preocupemos por estar atentos para no dejar morir nuestros amores.
¿Vos, estás enamorado/a? Una linda pregunta para plantearnos este domingo.
Me contaron que hubo una vez un día terrible en el que el Odio, que es el rey de los malos sentimientos y los defectos, convocó a una reunión urgente con todos los sentimientos negros del mundo y los deseos más perversos del corazón humano. Estos llegaron a la reunión con curiosidad de saber cuál era el propósito.
Cuando estuvieron todos habló el Odio y dijo: "Los he reunido aquí a todos porque deseo con todas mis fuerzas matar a alguien". Los asistentes no se extrañaron mucho pues era el Odio que estaba hablando y él siempre quiere matar a alguien, sin embargo todos se preguntaban entre sí quién sería tan difícil de matar para que el Odio los necesitara a todos. "Quiero que maten al Amor", dijo. Muchos sonrieron malévolamente pues más de uno quería destruirlo.
El primer voluntario fue el Mal Carácter, quien dijo: "Yo iré, y les aseguro que en un año el Amor habrá muerto; provocaré tal discordia y rabia que no lo soportará".
Al cabo de un año se reunieron otra vez y al escuchar el reporte del Mal Carácter quedaron decepcionados. "Lo siento, lo intenté todo pero cada vez que yo sembraba una discordia, el Amor la superaba y salía adelante".
Fue entonces cuando, muy diligente, se ofreció la Ambición que, haciendo alarde de su poder, dijo: "En vista de que el Mal Carácter fracasó, iré yo. Desviaré la atención del Amor hacia el deseo por la riqueza y por el poder. Eso nunca falla". Y empezó la Ambición el ataque hacia su víctima quien efectivamente cayó herida pero, después de luchar por salir adelante, renunció a todo deseo desbordado de poder y triunfó de nuevo.
Furioso el Odio por el fracaso de la Ambición envió a los Celos, quienes burlones y perversos inventaban toda clase de artimañas y situaciones para despistar el amor y lastimarlo con dudas y sospechas. Pero el Amor confundido lloró y pensó que no quería morir, y con valentía y fortaleza se impuso sobre los Celos, y los venció.
Año tras año, el Odio siguió en su lucha enviando a sus más hirientes compañeros, envió a la Frialdad, al Egoísmo, a la Indiferencia, a la Enfermedad y a muchos otros que fracasaron siempre, porque cuando el Amor se sentía desfallecer tomaba de nuevo fuerza y todo lo superaba.
El Odio, convencido de que el Amor era invencible, les dijo a los demás: "No hay nada que hacer, el Amor ha soportado todo, llevamos muchos años insistiendo y no lo logramos”.
De pronto, de un rincón del salón se levantó alguien poco reconocido, que vestía todo de negro y con un sombrero gigante que caía sobre su rostro, ocultándolo. Su aspecto era fúnebre. "Yo mataré el Amor”, dijo con seguridad. Todos se preguntaron quién era ese que pretendía hacer solo, lo que ninguno había podido. El Odio dijo: "Andá y matalo".
Pasaron unos pocos días cuando el Odio volvió a llamar a todos los malos sentimientos para comunicarles que después de mucho esperar por fin el Amor HABÍA MUERTO.
Todos estaban felices, pero sorprendidos. Entonces el sentimiento del sombrero negro habló: "Ahí les entrego al Amor totalmente muerto y destrozado", y sin decir más se marchó. "Esperá", dijo el Odio, "en tan poco tiempo lo eliminaste por completo, lo desesperaste y no hizo el menor esfuerzo para vivir. ¿Quién sos?".
El sentimiento levantó por primera vez su horrible rostro y dijo: "Soy La Rutina".
En el
Día de los Enamorados, te invito a no dejar que la Rutina invada tus relaciones. Te invito a alimentar el amor. ¡Feliz día para todas y para todos, mañana… y siempre!
Hasta el próximo encuentro.
Jorge Trucco
(*) Artículo publicado en Faro Familiar en febrero de 2011.