jueves, 18 de junio de 2015

Confianza

Confianza

¡Feliz Día del Padre!

Aunque no deja de ser una fecha comercial, el tercer domingo de junio en Argentina queremos agradecer y celebrar a nuestros papás.

     Los que ya los tenemos en el cielo, agradecemos y celebramos dando gracias al Buen Dios por todo lo que aprendimos de ellos, recordándolos con afecto y un corazón emocionado, lleno de recuerdos imborrables. Rezamos por y con ellos. Quienes tienen aquí a su papá tratarán de compartir con ellos, cada uno como pueda, celebrando el regalo de la vida. Podemos aprovechar este día para muchas cosas. Cada familia tratará de organizarse para celebrar a los padres-hijos y a los hijos-padres. Es el amor que se difunde.

     Entre tantos valores que podemos destacar de la paternidad, hoy los invito a ser agradecidos porque aprendimos a confiar. Algo tan necesario cuando éramos niños y tan importante cuando vamos creciendo. Nuestro mundo materialista e individualista, sumado a nuestra “cultura piamontesa”, nos puede volver cada día más “desconfiados”.

     En el día del padre nos hace bien recordar las enseñanzas de Jesús que, con sus palabras pero fundamentalmente con su vida, nos enseña a confiar en el Padre Dios que nos alimenta, nos cuida, nos salva, nos espera, nos abraza y perdona… nos hace crecer en libertad.

     Agradecemos a nuestros papás que nos han manifestado la bondad del Padre Dios, en quien podemos confiar siempre. Todos, de alguna manera, somos como el niño de la historia que hoy les comparto:

     "Un hombre observó al niño solo, en la sala de espera del aeropuerto, esperando la hora de su vuelo. Cuando comenzó el embarque el niño fue colocado al frente de la fila para entrar y encontrar su asiento antes que los adultos.

     Al entrar al avión, el hombre vio que el niño estaba sentado al lado de su asiento, quien lo saludó muy amablemente y enseguida comenzó a pasar el tiempo pintando un libro. No demostraba ansiedad o preocupación en las preparaciones para el despegue.

     Durante el vuelo el avión entró en una tempestad muy fuerte que lo hizo balancearse como una pluma al viento. La turbulencia y las sacudidas bruscas asustaron a algunos pasajeros. Pero el niño parecía encarar todo con la mayor naturalidad.

     Una de las pasajeras, sentada del otro lado del pasillo, estaba muy asustada con todo aquello y no podía comprender cómo el niño seguía tranquilamente pintando su libro. Cuando la turbulencia fue más fuerte la mujer no aguantó e increpó al  niño:

     ¿No tenés miedo?

     No señora, no tengo miedo -le respondió. Y levantando los ojos rápidamente de su libro de pintar, agregó:

     ¡El piloto es mi papá!"

     ¡Gracias y feliz día a todos los papás!

     Hasta el próximo encuentro.


Jorge F. Trucco
E-mail: jftrucco@gmail.com



domingo, 7 de junio de 2015

Comer perdices para ser felices?

Hola amigo/a.

     ¿El tiempo se te “pasa volando”? ¿Sos feliz? El cuento de Pedro Sacristán (1) que hoy compartimos nos ayuda a buscar la felicidad aprovechando el tiempo para algo más que “comer perdices”.

     Érase una vez el final de un cuento de hadas. Todo había acabado felizmente, y el príncipe y la princesa habían llegado a casarse tras muchas aventuras. Y vivieron felices y comieron perdices.

     Pero, al día siguiente, el príncipe tenía un fuerte dolor de cabeza y no quería comer perdiz. Salió a pasear por los jardines mientras la princesa devoraba una perdiz tras otra. Comió tantas que al llegar la noche sufrió una gran indigestión. Esa noche, el príncipe protestaba, pues no se sentía feliz. ‘Si no eres feliz, es porque no has comido perdiz’, le recriminó la princesa. Y al día siguiente ambos sólo comieron perdices, pero el mal humor del príncipe no desapareció, y la indigestión de la princesa empeoró.

- ¿Cómo puede irnos tan mal? ¿Acaso no fue todo perfecto durante el cuento?

- Es verdad. Lo tenemos todo, ¡y hasta nos hemos casado! ¿Qué más necesitamos para ser felices?

     Ninguno de los dos tenía ni idea, pues se habían preparado para vivir una vida de cuento. Pero, al terminar el cuento, no sabían por dónde seguir. Decididos a reclamar una felicidad a la que tenían derecho, fueron a quejarse al escritor del cuento. Y, tras muchas discusiones, lo único que consiguieron fue que eliminara lo de comer perdices. Seguían sin ser felices, claro, pero al menos la princesa ya no tenía indigestión.

     La infeliz pareja decidió entonces visitar a las más famosas parejas de cuento. Pero ni Cenicienta, ni la Bella Durmiente, ni siquiera Blancanieves, hacían otra cosa que dejar pasar tristemente los días en sus palacios. Ni una sola de aquellas legendarias parejas había sabido cómo continuar el cuento después del día de la boda.

- Nada, tendré que encargarme de mi felicidad yo misma - decidió la princesa precisamente el día que el príncipe pensó lo mismo.

     Y cada uno se fue por su lado a intentar ser feliz haciendo aquello que siempre le había gustado. Pero por emocionantes y especiales que fueran todas aquellas cosas, no era lo mismo hacerlas sin tener a su lado a su amor de cuento. Tras aceptar su fracaso por separado, volvieron a encontrarse en el palacio llenos de pena y desesperanza.

- Lo hemos intentado todo- dijo el príncipe, cabizbajo. Ya no queda nadie más a quien pedirle que nos haga felices. Estamos atrapados en un penoso final de cuento.

- Bueno, aún nos queda una cosa por probar -susurró la princesa. Hay alguien que aún no se ha encargado de tu final feliz. ¡Aún no me he encargado de hacerte feliz! Ni vos tampoco de mí.

     No fue fácil, porque los dos eran bastante caprichosos. Pero, a pesar de todo, se querían, y descubrieron que, al esforzarse por el otro y olvidándose de sí mismos, no necesitaban más que ver asomar la felicidad en el rostro de la persona amada para sentirse plenamente dichosos.

     Pronto se sintieron tan bien repartiéndose felicidad que no pudieron parar en ellos mismos, y comenzaron también a preocuparse de la felicidad de sus súbditos y los demás personajes de su cuento.

     Así, habiendo descubierto el secreto de los finales felices, hicieron por fin una última visita para llevar a su amigo, el escritor, un regalo muy especial: un nuevo final de cuento. Y el escritor lo tomó y lo agregó a la última página, donde desde entonces puede leerse “…y, renunciando a su felicidad por la del otro, pudieron amarse y ser felices para siempre”.

     Sería interesante que nos planteemos así la vida para que no quede “encerrada en un cuento”. ¿No te parece?

     Hasta el próximo encuentro.


Jorge F. Trucco
E-mail: jftrucco@gmail.com

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(1) Cfr. http://cuentosparadormir.com/infantiles/cuento/%3Fy-si-no-fueron-felices-y-se-hartaron-de-perdices