¡Feliz Día del Padre!
Aunque no deja de ser una fecha comercial, el tercer domingo de junio en Argentina queremos agradecer y celebrar a nuestros papás.
Los que ya los tenemos en el cielo, agradecemos y celebramos dando gracias al Buen Dios por todo lo que aprendimos de ellos, recordándolos con afecto y un corazón emocionado, lleno de recuerdos imborrables. Rezamos por y con ellos. Quienes tienen aquí a su papá tratarán de compartir con ellos, cada uno como pueda, celebrando el regalo de la vida. Podemos aprovechar este día para muchas cosas. Cada familia tratará de organizarse para celebrar a los padres-hijos y a los hijos-padres. Es el amor que se difunde.
Entre tantos valores que podemos destacar de la paternidad, hoy los invito a ser agradecidos porque aprendimos a confiar. Algo tan necesario cuando éramos niños y tan importante cuando vamos creciendo. Nuestro mundo materialista e individualista, sumado a nuestra “cultura piamontesa”, nos puede volver cada día más “desconfiados”.
En el día del padre nos hace bien recordar las enseñanzas de Jesús que, con sus palabras pero fundamentalmente con su vida, nos enseña a confiar en el Padre Dios que nos alimenta, nos cuida, nos salva, nos espera, nos abraza y perdona… nos hace crecer en libertad.
Agradecemos a nuestros papás que nos han manifestado la bondad del Padre Dios, en quien podemos confiar siempre. Todos, de alguna manera, somos como el niño de la historia que hoy les comparto:
"Un hombre observó al niño solo, en la sala de espera del aeropuerto, esperando la hora de su vuelo. Cuando comenzó el embarque el niño fue colocado al frente de la fila para entrar y encontrar su asiento antes que los adultos.
Al entrar al avión, el hombre vio que el niño estaba sentado al lado de su asiento, quien lo saludó muy amablemente y enseguida comenzó a pasar el tiempo pintando un libro. No demostraba ansiedad o preocupación en las preparaciones para el despegue.
Durante el vuelo el avión entró en una tempestad muy fuerte que lo hizo balancearse como una pluma al viento. La turbulencia y las sacudidas bruscas asustaron a algunos pasajeros. Pero el niño parecía encarar todo con la mayor naturalidad.
Una de las pasajeras, sentada del otro lado del pasillo, estaba muy asustada con todo aquello y no podía comprender cómo el niño seguía tranquilamente pintando su libro. Cuando la turbulencia fue más fuerte la mujer no aguantó e increpó al niño:
¿No tenés miedo?
No señora, no tengo miedo -le respondió. Y levantando los ojos rápidamente de su libro de pintar, agregó:
¡El piloto es mi papá!"
¡Gracias y feliz día a todos los papás!
Hasta el próximo encuentro.
Jorge F. Trucco
E-mail: jftrucco@gmail.com