La no violencia activa
¡Hola amigo!
Los incidentes violentos acontecidos durante estos días en Venezuela nos conmueven. También entre nosotros la violencia nos conmociona y, tal vez por la cotidianeidad, puede hasta insensibilizarnos. Violencia en las familias, violencia en el fútbol, violencia en las calles, violencia verbal y violencia física, golpe por golpe, puesto por puesto, grito por grito… No podemos olvidar que en el pasado reciente de nuestra historia, hasta se trató de “justificar” la violencia diciendo: “algo habrán hecho”.
Para superar el miedo que nos paraliza y la indiferencia o la agresión que nos deshumaniza, Jesús nos enseña: “Han oído que se dijo: ojo por ojo y diente por diente. Pero yo les digo que no enfrenten al que les hace mal; al contrario, a quien te abofetea en la mejilla derecha, preséntale también la otra” (Mt 5, 38).
Si bien la Ley del Talión (“ojo por ojo”) supuso en su momento un gran progreso, porque ponía un límite a la venganza, evidentemente no nos ayuda a romper el espiral de violencia. Sabiamente decía Gandhi: “Con la ley del ojo por ojo todos terminaremos ciegos”.
Con un estilo oriental de hablar, Jesús se expresa usando figuras exageradas, para profundizar el sentido de las palabras y no para un cumplimiento literal. Tomar estas expresiones al pie de la letra produciría un caos social y hasta injusto porque dejaría impunes a los agresores. Tampoco Jesús cumplió “al pie de la letra” lo de poner la otra mejilla. En el juicio que le hicieron en casa del sumo sacerdote, cuando un soldado lo abofeteó, protestó y cuestionó al soldado que le pegaba. Jesús nos propone vencer el mal a fuerza de bien, la resistencia no violenta o la no violencia activa.
Jesús llama la atención sobre el espiral de violencia deshumanizadora al que nos lleva el odio. El camino de la paz sobre la base de la justicia supone renunciar a la violencia, incluso con los enemigos. Es un amor como el de Dios, que supera las palabras y busca la conversión del enemigo. No sólo los enemigos personales, también los enemigos nacionales, sociales, partidarios. Dios no espera que merezcamos algo para amarnos. Nos ama primero para que nosotros podamos amarlo. Dios ama también a sus enemigos y espera que este amor los convierta en amigos. Es un mensaje de no fácil interpretación y de difícil aplicación. Pero no tenemos que diluirlo de tal manera que las cosas queden como están.
La pura Ley del Talión no alcanza para crear una sociedad mejor. Si al agresor se le responde con una ley agresiva, no salimos del esquema, seguimos engendrando violencia. Más difícil pero más efectivo es tratar de mostrar que existe otra manera de relacionarnos.
Evidentemente “amar al enemigo” no puede significar que alimentemos en nosotros sentimientos de afecto, simpatía o cariño hacia quien nos hace mal. El enemigo sigue siendo alguien del que podemos esperar daño, y difícilmente pueden cambiar los sentimientos de nuestro corazón.
Amar al enemigo significa “no hacerle mal”. Es natural que nos sintamos heridos o humillados. Nos tenemos que preocupar cuando seguimos alimentando el odio y la sed de venganza. Amar al enemigo es también “estar dispuestos a hacerle el bien”. El odio entre enemigos hay que sanearlo desde la misma raíz. Esto no se consigue de un día para otro. Pero por lo menos no tomemos el odio de hoy como lo normal. Sepamos, al menos, lamentarnos de esta situación para intentar un nuevo estilo de relaciones superando las argumentaciones que intentan justificarlo, porque si no el espiral de violencia nos destruye a todos.
¿A quién podemos no responderle con agresiones esta semana? Interesante la propuesta de Jesús. ¿No te parece?
Hasta el próximo encuentro.
Un abrazo
Jorge F. Trucco
E-mail: jftrucco@gmail.com